En lo que va de año, dos satélites Starlink han iluminado el cielo nocturno de España. Al atravesar la atmósfera, ambos se convirtieron en dos bolas de fuego que sorprendían a habitantes de Galicia, Castilla y León, Madrid, Valencia o Andalucía. Este espectáculo nocturno será cada vez más frecuente con las nuevas constelaciones de satélites que están creando empresas como la de Elon Musk, un nuevo tráfico espacial que preocupa a la comunidad astronómica, tal y como denuncia José María Madiedo el astrofísico español encargado de vigilar la llegada de objetos desde todo el Sistema Solar.
"Starlink ha sido pionero (en crear una constelación de satélites para ofrecer conexión a internet), pero es solo el comienzo de lo que va a empezar a venir, el problema irá creciendo con el tiempo", advierte José María Madiedo, astrofísico del Instituto de Astronomía de Andalucía (IAA-CSIC) y líder del Programa SMART y MIDAS que otean el cielo en busca de objetos espaciales que chocan con la atmósfera terrestre y la Luna desde suelo español.
Madiedo comparte en sus redes sociales la información sobre estos pequeños satélites que visitan de forma temporal la península en su regreso a la Tierra, aunque su verdadera labor es el estudio de rocas y meteoros que llegan desde distintas partes del sistema solar y cuya información permite conocer el origen y evolución de la galaxia en la que da vueltas este planeta. "Los satélites no son nuestro objetivo primario, pero también los detectamos y analizamos, digamos que es una cuestión colateral a nuestro proyecto", explica a EL ESPAÑOL-Omicrono.
Lluvia de satélites
Desde el 1 de enero de 2022, han regresado a la Tierra aproximadamente 7 satélites Starlink, dos de ellos sobre la Península Ibérica, como refleja el registro de la web Aerospace. Se espera que la frecuencia de las reentradas aumente en un corto periodo de tiempo, principalmente impulsada por los 40 satélites que se vieron afectados por una tormenta solar según se disponían a llegar a la órbita terrestre.
"No han entrado ni siquiera en funcionamiento, porque no llegaron a alcanzar su órbita". Explica Madiedo que "estos satélites tienen un tiempo medio de vida de unos 5 años, pero este tiempo puede verse reducido por varios factores, por ejemplo, si un satélite detecta que tiene un mal funcionamiento. Entonces están preparados para que ellos mismos programen su reentrada y es cuando se provoca la caída antes de lo previsto", lo que está ocurriendo con los 40 dispositivos afectados y otros tantos.
En concreto, los dos satélites que cruzaron la península llevaban en órbita menos de dos años cuando fueron detectados por los sensores de SMART y fueron vistos por algunos ciudadanos mientras se desintegraban en su caída. Su masa de 260 kilogramos choca con la capa protectora de la Tierra a una velocidad de 27.000 kilómetros por hora y se desintegra en llamas hasta llegar al suelo o el mar.
Si algún pedazo alcanza la superficie, será tan pequeño que no supone ningún peligro para los humanos o animales. Es más, en toda la historia de la exploración espacial, solo se ha verificado un caso en el que una persona fuera golpeada por un fragmento artificial. El astrofísico nos habla de Lottie Williams, mujer estadounidense que en 1997 paseaba por un parque de Tulsa en Oklahoma y era golpeada en el hombro por un escombro del cohete Delta II.
Seguir el trayecto de los satélites de Starlink ya se ha convertido en un pasatiempo para muchas personas en todo el globo, ahora ver llegar su reentrada puede ser otro entretenimiento. "Por la órbita que llevan estos satélites, cuando pasan en la península pasan en diagonal, entonces hay dos diagonales posibles: de Cataluña a Cádiz o de Galicia a Almería y viceversa".
Esta última diagonal es la que han recorrido los dos satélites que se han visto en los últimos meses, aunque cada uno iba en dirección opuesta al otro. El primero entró por Andalucía y aterrizó sobre el océano Atlántico, mientras que el segundo entró por Galicia y terminó en Argelia. "Es algo muy curioso, pero simplemente una casualidad" aclara Madiedo, aunque son la mitad de las trayectorias que tendrán los próximos en llegar.
El problema crece
Para la población este tráfico puede ser una pretexto para otear el cielo nocturno de vez en cuando, pero para los astrónomos se está convirtiendo en una realidad preocupante que interfiere en su trabajo. "Para todo lo que tiene que ver con astronomía y astrofísica este tipo de objetos interfiere en cualquier investigación, porque cuando se intentan obtener imágenes a través de telescopios empiezan a aparecer trazas de satélites que interfieren con la toma de datos y son un quebradero de cabeza" dice.
Incluso la NASA ha mostrado su preocupación por la intención de Starlink de lanzar hasta 30.000 satélites nuevos en órbita. Pueden provocar colisiones con otras misiones, así como daños en la capa de ozono. Junto a la empresa de SpaceX, está Kuiper de Amazon u OneWeb, y ahora se suma el proyecto de la Unión Europea que destina 6.000 millones de euros a crear su propio "sistema de comunicación segura de la UE", que se iniciará en 2025.
"Son satélites baratos de producir porque se fabrican en masa y están en órbita baja, la más sencilla de alcanzar. Todo esto hace que el acceso a este tipo de tecnología sea mayor y el problema irá creciendo con el tiempo" denuncia Madiedo, quién asegura que aunque la promesa de Starlink de construir sus satélites para que fueran menos reflectantes de la luz solar ha mitigado el problema, pero no lo resuelve y siguen siendo un impedimento para la labor de estudio de la comunidad astronómica.
En su caso, el constante regreso de estos objetos artificiales y el resto de basura espacial colocada en la órbita por el ser humano, se ha convertido en un efecto colateral a su proyecto de observación espacial, que desde todos los puntos de España vigila el cielo y la Luna. "Nosotros dependemos de una carambola cósmica; que nos llegue uno de esos objetos para poder analizarlo en su caída, es una técnica que aporta datos muy valiosos y que no implica la complejidad de una misión espacial".
Cazando carambolas cósmicas
"Al mes podemos detectar entre cuatro y cinco objetos que brillan tanto como la Luna llena", esas son las carambolas cósmicas a las que se refiere Madiedo, pequeñas pistas que el Sistema Solar envía hacia la Tierra y que son una importante fuente de información sobre el espacio. "Los que brillan menos, como Venus, podemos detectar alrededor de 1.000, unos 100 al mes aproximadamente, pero es un número muy variable" continúa.
Frente a los pequeños satélites creados por el ser humano, que frenan al regresar al planeta, los objetos extraterrestres chocan a velocidades mucho mayores, como la roca que cruzó el cielo andaluz la pasada noche de Sam Valentín a una velocidad de 54.000 km/h. Se trataba de un meteoroide, una roca procedente de un cometa, que en su caída mostró varias explosiones que provocaron aumentos súbitos de su luminosidad.
De analizar estos fenómenos se encarga el equipo de astrofísicos del Proyecto SMART que cuenta con receptores en 17 puntos que cubren toda la península. En concreto, la bola de fuego del día de los enamorados fue registrada por las estaciones de Calar Alto, Sierra Nevada, Sevilla, La Sagra (Granada), Huelva, El Aljarafe y La Hita (Toledo).
El proyecto SMART se desarrolla dentro de la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa (Red SWEMN) y gracias a la vigilancia de estos objetos se pueden conseguir mucha información del espacio. "Podemos saber su composición química, su masa, la resistencia, que órbita seguían, de dónde procedían, si en su origen ha sufrido algún fenómeno catastrófico, y si llegan al suelo podemos saber dónde han caído para recuperarlos".
Gracias a esos datos es posible comprender más sobre lo que hay al otro lado del Sistema Solar: si la roca precede de un objeto muy antiguo que se formó en las primeras etapas del sistema y si se ha mantenido sin alteraciones o si ha evolucionado como nuestro planeta. Para obtener esta información de otra forma habría que llevar una sonda y realizar una misión espacial hacia ese objeto lejano, algo mucho más costoso.
Junto a SMART, Madiedo y el resto del equipo también trabajan en el proyecto MIDAS que recibió un contrato de la ESA (Agencia Espacial Europea) a finales de 2021 para estudiar los objetos que chocan contra la Luna desde los detectores en suelo español. Al no tener atmósfera, estas rocas sí causan daños en la superficie lunar formando nuevos cráteres dependiendo de su fuerza y tamaño.
Así se vigila desde toda la península a los visitantes que aterrizan en nuestro planeta y satélite. El control de esa frontera espacial que es la atmósfera y que con su choque revela la identidad del bólido o meteoro que decide terminar su viaje en la Tierra.
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