La Bomba del Zar, el arma de destrucción total de Rusia: 3.800 veces más potente que una atómica
La amenaza de Putin a los países de la OTAN revive los peores momentos de la Guerra Fría cuando los soviéticos ensayaban bombas atómicas.
4 marzo, 2022 03:22Noticias relacionadas
Rusia es una de las grandes potencias nucleares de todo el mundo y lleva siéndolo desde la época de la Unión Soviética cuando los programas de desarrollo de bombas atómicas estaban restringidos a muy pocos países. Ahora, en plena invasión de Ucrania, el presidente Vladímir Putin anunció el pasado 27 de febrero que sus fuerzas armadas nucleares se "activaban en estado de combate" tras las sanciones de la OTAN.
Según estimaciones del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Rusia cuenta con 1.600 cabezas nucleares operativas a las que habría que sumar unas 3.000 almacenadas en silos y con potencial suficiente como para activarse. Estas armas pueden acoplarse a misiles —entre ellos los hipersónicos— que se lanzan desde submarinos, barcos, aviones bombarderos y desde tierra firme.
Si bien estas cabezas nucleares modernas se crearon para servir en operaciones mucho más expeditivas y tácticas, hubo un tiempo en el que reinaban las grandes bombas atómicas. Aquellas capaces de barrer del mapa ciudades enteras como Hiroshima o Nagasaki en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. Ahora que Putin ha resucitado ese espíritu bélico y nuclear, también regresa a la actualidad armas de destrucción masiva como la Bomba del Zar.
Tsar Bomba
La Bomba del Zar es el arma nuclear más potente jamás probada del mundo y fue fruto de un encargo de la Unión Soviética a un grupo de científicos nucleares en los años 50 del pasado siglo. La iniciativa surgió como casi todas las de la época: para intentar superar a Estados Unidos. En un momento en el que los soviéticos se habían quedado rezagados en la tecnología atómica.
El por entonces presidente Nikita Khruschev dio el visto bueno para la prueba de la Tsar Bomba el 30 de octubre de 1961. Confirmando de esta forma los cálculos de los científicos soviéticos que estuvieron a cargo de su diseño, desarrollo y construcción. Todo el proceso se llevó a cabo en el centro de investigación científica KB-11, nombre en clave de lo que hoy es conocido como el Instituto de Investigación Científica de Física Experimental de Rusia.
El formato elegido por los científicos fue el de bomba termonuclear con un poder más de 3.000 veces el obtenido por las Little Boy y Fat Man que lanzaron los estadounidenses sobre Japón. Esa cifra se vio sensiblemente reducida debido a que ya se conocían de sobra los efectos adversos a largo plazo de la radiación y a la posibilidad de que los tripulantes del bombardero encargado del lanzamiento no consiguieran escapar a tiempo sanos y salvos.
La Bomba del Zar alcanzaba un peso de 27 toneladas en 8 metros de largo por 2,1 de diámetro, por lo que tuvo que ser transportada en un bombardero Tupolev Tu-95V especialmente modificado para que pudiera acarrear semejante carga. El sistema de lanzamiento consistió en acoplar un paracaídas a la bomba y dejarla caer desde la bodega central del avión.
El relativamente lento descenso del arma permitió que los aviones implicados en el lanzamiento —tanto el bombardero como otros de observación— consiguieran escapar a una distancia prudencial antes de la explosión. Además, la bomba estaba equipada con un sensor barométrico para que, llegado a una determinada altitud, desencadenara la reacción química necesaria para la explosión atómica.
El Tupolev Tu-95V soltó la bomba junto con el equipo de paracaídas a 10.500 metros y, poco tiempo después, cuando el altímetro se situaba en 4.000 metros, la Tsar Bomba explotó sobre la Bahía de Mityushikha. Para ese momento, el bombardero ya se encontraba a unos 39 kilómetros de la zona cero, pero la onda expansiva le terminó alcanzando cuando llevaba recorridos alrededor de 115 kilómetros.
La inmensa bola de fuego fruto de la explosión se dejó ver a más de 1.000 kilómetros de distancia mientras que la nube con la clásica forma de seta alcanzó los 67 kilómetros de altura. Algunas estimaciones apuntan a que la bomba tuvo un rendimiento nuclear alrededor de 50 megatones, por 1,2 megatones de la Fat Man estadounidense.
El espía americano
La explosión quedó patente en los sensores de todo tipo en el mundo. Uno de los más relevantes fueron los sismógrafos que registraron la onda expansiva dentro de la corteza terrestre como si de un terremoto se tratara. En total, el frente de ondas generado por la Tsar dio 3 vueltas completas al mundo, según el Centro Nuclear Federal de Rusia.
El programa soviético que se había llevado bajo las más estrictas medidas de seguridad no escapó a los espías. En un momento de plena Guerra Fría donde el espionaje entre Estados Unidos y la Unión Soviética estaba más a la orden del día que nunca, los americanos consiguieron hacerse con los datos clave de la prueba nuclear.
El encargado de supervisar la prueba fue una aeronave espía designada con el código Speed Light Alpha, perteneciente a un escuadrón de reabastecimiento de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Al conocer la existencia del experimento soviético, los ingenieros estadounidenses modificaron convenientemente un avión cisterna KC-135 con motores más potentes y un fuselaje diseñado para albergar sensores y sistemas para recabar la máxima cantidad de información.
De esa primera misión nació el RC-135 como uno de los aviones espías más avanzados del mundo que, todavía hoy, es uno de los pilares fundamentales de las agencias de inteligencia del país norteamericano. Que se conozca oficialmente, en el último año ha volado en Afganistán ante la conquista talibán y hace pocos días estaba haciendo lo propio en Ucrania.
Los sistemas instalados en su interior son uno de los secretos mejor guardados de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y tan solo se conoce que en el interior pueden viajar analistas de inteligencia y expertos en idiomas para traducir las comunicaciones intervenidas. A eso se unen las puntuales actualizaciones de equipamiento y variantes que han aparecido en sus más de 60 años de servicio.