Los últimos reportes de la inteligencia estadounidense apuntan a que Rusia ya habría sobrepasado los 1.000 misiles lanzados sobre Ucrania desde que comenzó la invasión. Un número que no incluye ni los ataques por drones ni otros pertrechados por carros de combate, para los que España sí envió contramedidas junto a otros países de la OTAN.
Debido a eso, Estados Unidos movilizó la semana pasada su escudo aéreo Patriot a Polonia como uno de los países más cercanos al conflicto y Reino Unido ha hecho lo propio. Pero, de momento, las defensas con las que cuenta Ucrania le imposibilitan derribar este tipo de amenazas. Y más todavía si se trata del misil balístico de corto alcance Iskander-M.
Este tipo de arma está siendo una de las más utilizadas por el ejército ruso para destruir edificios e infraestructuras. Una de sus claves es la posibilidad de equipar todo tipo de ojivas en su interior, desde explosivas a nucleares y pasando por termobáricas.
Nuclear o termobárico
El desarrollo del Iskander comenzó en 1988 pocos meses después de que Estados Unidos y la Unión Soviética firmaran el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio. En él, se prohibió el uso de armas nucleares con un radio de entre 500 y 5.500 kilómetros lanzadas desde tierra firme y necesitaban renovar los vetustos misiles Scud producidos durante la Guerra Fría.
Más allá de ralentizarse, la caída de la Unión Soviética aceleró todo el desarrollo del Iskander debido a que los Scud —con tecnología de los 50— eran poco más que sistemas obsoletos. El primer lanzamiento oficial de un misil Iskander se produjo en 1996, pero no entró en la cadena de producción hasta mediados de los 2000 y en servicio para el 2006. Tuvo su primera operación documentada en escenario real en la guerra contra Georgia en 2008 y se ha usado más recientemente en la guerra de Siria.
Cada uno de los misiles está equipado un equipo de propulsión de combustible sólido de una sola etapa y su sistema de vuelo le permite maniobrar en todas las etapas del vuelo. Esto último le confiere cierto grado de protección a ciertas contramedidas realizando maniobras evasión si necesita librarse de misiles interceptores; además de poder reorientar el objetivo en caso de ser vehículos en movimiento.
Los lanzadores de Iskander-M pueden acarrear un total de dos misiles y los puede lanzar con menos de 1 minuto de diferencia. Una vez agotada la munición, el sistema tiene que ser recargado. En cuanto al alcance, oficialmente tiene un radio de 415 kilómetros aunque algunos reportes indican que puede alcanzar los 500 —justo el límite del Tratado firmado en 1987—.
Cuenta con una velocidad máxima entre 6 y 7 veces la del sonido (7.400 a 8.600 kilómetros por hora) y una altitud de vuelo que va desde los 6 a los 50 kilómetros, dependiendo de las necesidades de alcance.
Otro de los puntos esenciales del Iskander-M es la variedad de ojivas que puede emplear. Desde su creación, los rusos lo han posicionado como uno de los misiles más flexibles en cuanto a tipos de carga que puede acarrear. Oficialmente se conoce que puede llevar cabezas nucleares, bombas termobáricas, de fragmentación explosiva, de penetración y de pulso electromagnético.
Todo ello acomodado en misil de 7,3 metros de largo por 0,92 de diámetro y con un peso total de entre 3.800 y 4.200 kilogramos. Por su parte, el peso de la ojiva se sitúa alrededor de los 480 kilogramos, aunque varía dependiendo del tipo que equipe en cada momento.
El número de lanzadores de Iskander-M que tiene Rusia no está claro, aunque algunas fuentes apuntan a que podrían ser entre 150 y 160 distribuidos en 13 brigadas contando con las últimas entregas realizadas a finales de 2021.
Este sistema de misiles ha tenido cierto éxito internacional para Rusia y su objetivo de exportación pasa por la creación de Iskander-E. Una versión —limitada principalmente en el radio de acción— para el comercio internacional que ya está presente en Armenia y en Argelia.
Señuelos secretos
A raíz de la invasión de Ucrania, los servicios de inteligencia militar de Estados Unidos han descubierto que algunos de los Iskander lanzados iban acompañados de dardos señuelos, según recoge The New York Times.
"Los dispositivos tienen aproximadamente 1 pie de largo [30 centímetros], forma de dardo y son blancos con la cola naranja", según un funcionario de inteligencia estadounidense. Los señuelos se lanzan si los sensores incorporados en el Iskander-M detectan que han sido señalados por los escudos de defensa aérea, comenta el mismo funcionario.
Cada uno de estos dispositivos está equipado con componentes electrónicos y produce señales de radio que interfieren en los radares enemigos y también dispone de una fuente de calor para confundir a los misiles interceptores con seguimiento por infrarrojo. Este sistema, que no se había asociado con el Iskander hasta ahora, puede estar detrás de los fallos de las contramedidas ucranianas que no consiguen derribarlos.
El uso de estas contramedidas, que suelen guardarse con mucho recelo, "puede indicar cierto nivel de descuido o urgencia por parte de los líderes militares rusos", según afirmó Jeffrey Lewis, profesor de no proliferación en el Instituto de Estudios Internacionales de Middlebury en California. También apunta a que "Rusia sabe que [los señuelos] serán inevitablemente recopilados y estudiados por los servicios de inteligencia occidentales para que las defensas aéreas de la OTAN puedan programarse para poder derribar a los Iskander".
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