La misión Artemis 1 de la NASA, que el próximo 19 de junio tiene programado un crucial ensayo húmedo para preparar su lanzamiento, tiene como sus objetivos principales enviar astronautas a la Luna para establecer la primera presencia a largo plazo en el satélite y aprender lo necesario para próximas misiones a Marte. Pero también, según han advertido desde la propia agencia espacial, dar prioridad a la investigación de las cúpulas de Gruithuisen, unas extrañas formaciones geológicas que llevan descocertando a los científicos desde hace más de un siglo.
Los dos nuevos equipos que se enviarán a la luna con este objetivo son el Lunar Vulkan Imaging and Spectroscopy Explorer (Lunar-VISE) y el Lunar Explorer Instrument for Space biology Applications (LEIA) para realizar nuevas investigaciones. "El primero estudiará los procesos geológicos de los primeros cuerpos planetarios que se conservan en la Luna, investigando una forma rara de vulcanismo lunar [las cúpulas de Gruithusien]", aseguró en un comunicado de prensa Joel Kearns, administrador adjunto en la Dirección de Misiones Científicas de la NASA.
Por su parte, LEIA "estudiará los efectos del entorno de baja gravedad y radiación de la Luna en la levadura, un organismo modelo utilizado para comprender la respuesta al daño del ADN y su reparación".
Doble misión
Lunar-VISE, por tanto, se encargará de explorar la cima de uno de los domos de Gruithuisen durante 10 días, para descubrir cómo se formó. Se sospecha que su origen fue un magma espeso rico en sílice de composición similar al granito, pero es algo que no puede existir sin la presencia de agua líquida ni de tectónica de placas, algo inexistente en la Luna.
Por su parte, LEIA, un pequeño aparato basado en un CubeSat, permitirá realizar investigaciones biológicas en la Luna, llevando a la superficie lunar la levadura Saccharomyces cerevisiae, que puede ser utilizado como modelo de la biología humana. LEIA estudiará su respuesta a la radiación y a la gravedad lunar, algo crucial para definir las posibilidades de supervivencia a largo plazo de los humanos en la Luna y en Marte.
Los datos recogidos por esta misión complementarán la información ya existente de otros estudios biológicos, para ayudar a los científicos a averiguar cómo la gravedad parcial y la radiación real del espacio profundo afectan a los sistemas biológicos.
Antiguo misterio
Las cúpulas de Gruithuisen, bautizadas así en honor al astrónomo alemán del siglo XIX Franz von Paula Gruithuisen, han sido un enigma geológico para los científicos de la NASA desde hace décadas. La agencia los describe de la siguiente manera: "basándose en las primeras observaciones telescópicas y de las naves espaciales, se sospecha desde hace tiempo que estas cúpulas están formadas por un magma rico en sílice, de composición similar al granito".
Las observaciones del Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) confirmaron que los domos de Gruithuisen son distintos del terreno circundante, cubierto por antiguos flujos de lava basáltica endurecida. El verdadero misterio, que la misión Artemis 1 tratará de resolver, es cómo pudieron formarse tales magmas silícicos en la Luna sin agua y sin volcanes causados por placas tectónicas.
Existen varias teorías sobre cómo se han podido formar las cúpulas y cráteres de la zona, pero para entender realmente sus desconcertantes características, es necesario explorarlas en la superficie y conseguir muestras de roca, algo que podría suceder en 2025, fecha prevista para la misión de la NASA.
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