El extraordinario avance de la tecnología hipersónica de China y Rusia ha puesto a Estados Unidos en serias complicaciones. Los norteamericanos —y en mayor medida, España— se han quedado claramente por detrás en el desarrollo de estos misiles capaces de maniobrar y volar a relativa baja altitud a más de 5 veces la velocidad el sonido. Y no será porque no lo están intentando.
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Hasta hace casi un año, la práctica totalidad de los ensayos hipersónicos comandados por el Departamento de Defensa estadounidense acababan muy mal. Algo cambió a finales de 2021 y a principios de este 2022 cuando Northrop Grumman y Lockheed Martin lograron probar sus misiles satisfactoriamente. El Pentágono se quitaba la espinita y ponía la primera piedra de algo mucho más grande y avanzado.
El Project Mayhem (Proyecto Caos, en español) es uno de esos programas ultrasecretos que se cuecen a fuego lento dentro de los despachos y laboratorios más recónditos de cuantos tiene Washington D. C. a su disposición. El objetivo último es el de crear una aeronave no tripulada hipersónica, reutilizable y notablemente más barata que los carísimos misiles hipersónicos de usar y tirar.
Unas condiciones que, por otro lado, pretende cumplir el Lockheed Martin SR-72. Heredero del mítico SR-71 Blackbird y con un cameo en la última película de Top Gun, debe enfrentarse a algunos retos tecnológicos que ninguna nación por el momento ha sabido resolver. O al menos ninguna lo ha anunciado públicamente. Desde el Departamento de Defensa tampoco dejan clara la relación entre Mayhem y la aeronave. Jugar al despiste es su especialidad, pero está claro que es una de las mejor posicionadas en territorio norteamericano.
Secretos y desafíos
El tratamiento público del SR-72 dio un giro de 180 grados en 2018, cuando Putin anunció su triada de misiles hipersónicos nucleares con el Daga a la cabeza. Antes del cerrojazo informativo, Lockheed Martin informaba que la aeronave podría estar en servicio para el 2030 y no eran extrañas las declaraciones y apariciones de personal hablando sobre cómo marchaba el desarrollo del avión, según recoge Popular Mechanics.
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Pasó de publicitarse dentro de la web del contratista a —posiblemente— esconderse detrás de los muros infranqueables de un Black Project, un estatus de proyecto que emplea el ejército estadounidense para los más secretos. Lockheed Martin eliminó entonces cualquier referencia externa de la que podría ser una de las mayores revoluciones aeronáuticas y tecnológicas del siglo.
Los misiles hipersónicos actuales y en servicio están representados por los Avangard rusos y los DF-17 chinos. Ambos emplean un cohete compuesto de varias etapas para propulsar la carga a gran velocidad y después soltar las ojivas en forma de vehículos planeadores. Estos últimos cuentan con cierta maniobrabilidad —lo que los diferencia de los misiles balísticos intercontinentales— dirigiéndose hacia los objetivos.
Esta aproximación de arma hipersónica es tan cara como imposible de reutilizar, algo que no encaja con el concepto de aeronave no tripulada de los estadounidenses. Tampoco termina de cuajar el método empleando exclusivamente un scramjet (estratorreactor), que necesita de una velocidad base para que comience a funcionar apropiadamente y que es empleado por la munición lanzada desde aeronaves nodrizas.
El Pentágono quiere que el resultado del Project Mayhem pueda despegar con sus propios medios —careciendo de plataforma nodriza— y que sea reutilizable —descartando el sistema de cohetes—. La única alternativa que queda en el aire es la de emplear una suerte de motor híbrido entre el de una aeronave tradicional para los primeros compases del vuelo y un scramjet que comience a funcionar cuando haya alcanzado cierta velocidad.
"Este tipo de motor podría revolucionar los viajes aéreos y la defensa", según ha indicado Chris Combs, especialista en ingeniería hipersónica y aeroespacial de la Universidad de Texas en San Antonio. El esquema emplearía un motor de reacción convencional para despegar y acelerar hasta unas 3 veces la velocidad del sonido antes de hacer la transición a un scramjet capaz de impulsar la aeronave más allá de 5 veces la velocidad del sonido. Un reto de la ingeniería aeroespacial que se mueve en un terreno muy complejo y para el que no hay solución conocida.
El sistema de compresión de una turbina de reacción tradicional —como la de cualquier avión actual— impide el flujo de aire por diseño. Se puede comprobar a simple vista en el gran ventilador que tienen los motores de los aviones al frente. Pero, por su parte, un scramjet necesita un flujo de aire sin obstrucciones para funcionar. Un propulsor que satisfaga ambas necesidades tendría que fusionar ambos diseños contradictorios.
En enero de 2018, un mes antes de que Putin inaugurara su particular carrera hipersónica, el vicepresidente de estrategia y requisitos de cliente para programas de desarrollo avanzado de Lockheed Martin, Jack O'Banion, se refirió al SR-72 como si ya fuera una realidad. Según informa Bloomberg, pareció sugerir que los sistemas de propulsión smcramjet ya habían sido probados.
"[El motor] se habría derretido en escoria si hubiéramos intentado fabricarlo hace 5 años", comentó O'Banion. "Pero ahora podemos imprimir digitalmente ese motor con un sofisticado sistema de enfriamiento integral en el propio material del motor, y hacer que sobreviva a múltiples encendidos para la operación rutinaria". Concluyó su alocución ante la prensa diciendo que la aeronave es ágil a velocidades hipersónicas, con arranques de motor fiables. Nada más se ha sabido en la casa Lockheed Martin.
Este tipo de motores, denominados técnicamente como de ciclo múltiple, están siendo un área de investigación tecnológica muy importante. El fabricante Rolls-Royce se encuentra trabajando en ello para su uso en una nave de lanzamiento espacial y DARPA está haciendo lo propio con el Programa AFRE (Motor Avanzado de Rango Completo, en español), tal y como indica Air Force Technology.
Espionaje y ataque
Una vez la aeronave no tripulada se encuentre en la zona objetivo, podrá realizar tanto misiones de ataque como de espionaje. Según una nota publicada en diciembre de 2021 por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el Project Mayhem tiene como objetivo desplegar "capacidades ISR (inteligencia, vigilancia y reconocimiento; en sus siglas en inglés) y atacar" llevando a bordo tres tipos de cargas.
Dos de esas cargas, según documentación de la propia Fuerza Aérea, serán armas. Una con un "efecto de área" y una "carga útil unitaria grande", sin acotar nada más. La tercera carga en discordia que no detallan sería la encargada de llevar a cabo las labores de espionaje como ya ejecutaba el SR-71.
Otro de los desafíos a los que se tendrá que enfrentar los encargados del Project Mayhem es al calor. Como apuntó O'Banion con relación al motor, toda la aeronave deberá estar preparada para soportar altas temperaturas debido al rozamiento.
"Ir a más de 5 veces la velocidad del sonido genera niveles extremos de calor, lo que impulsa la necesidad de materiales, sensores y componentes electrónicos innovadores para soportar tales velocidades a lo largo de su viaje", según apuntó Dave Berganini, vicepresidente de sistemas hipersónicos y de ataque de Lockheed Martin. "Estos sistemas deben poder mantener conexiones de comunicación constantes para realizar maniobras precisas y superar una variedad de sistemas de defensa y entornos extremos".