El largo y tortuoso camino de regreso de la humanidad a la Luna, después de casi 50 años de espera, se retrasa de nuevo. Ayer a las 14.17, cuando todo estaba preparado para el despegue del cohete SLS no tripulado de la misión Artemis I de la NASA, la agencia estadounidense advertía sobre un fallo en uno de los cuatro motores de la etapa central y en el sistema de protección térmica del cohete.
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En un inicio parecía un retraso provisional, pero tras las debidas comprobaciones la agencia lanzaba un escueto comunicado en su web y redes sociales: "El lanzamiento de Artemis I ya no se producirá hoy, ya que los equipos están trabajando en un problema de 'sangrado' del motor. Los equipos seguirán recopilando datos y les mantendremos informados sobre el calendario del próximo intento de lanzamiento". Las próximas ventanas de lanzamiento, a falta de la confirmación definitiva por parte de la NASA, son el viernes 2 y el lunes 5 de septiembre.
Desde primeras horas de la mañana, algo parecía torcerse en el esperado acontecimiento. La confirmación oficial de la cancelación del lanzamiento se produjo después de que la agencia espacial investigara una posible grieta en el material del cuerpo principal del cohete, además de una anomalía en la temperatura. Esto ocurrió después de que los ingenieros examinaran y resolvieran una fuga que afectaba al proceso de llenado del depósito de hidrógeno. "La seguridad es lo primero", señalaba la NASA en un tuit posterior.
Una misión en entredicho
Este no es el primer retraso —ni probablemente será el último— de una misión que ya desde sus inicios empezó a acumular demoras, sobre todo por la gran complejidad técnica que supone lanzar al espacio un cohete de 65 metros de altura y 85 toneladas de peso. Según los datos que proporciona la NASA, el SLS es entre un 10 y un 20% más potente que el Saturn V, el último en alunizar en 1973, lo que lo sitúa como el cohete más potente jamás construido.
Cabe recordar que el Sistema de Lanzamiento Espacial lleva más de cinco años de retraso sobre el primer calendario planeado por la NASA en 2011. Tras una década de desarrollo, ralentizada por numerosos y costosos contratiempos, el cohete se ha convertido en la gran esperanza de la agencia para recuperar el prestigio que le disputan otras agencias espaciales, pero también en una diana para las críticas de quienes ven en la misión un despilfarro descomunal.
Los costes iniciales previstos estaban en torno a los 7.000 millones de dólares, cifra que ha aumentado hasta los 23.000 millones actuales según una estimación de la Planetary Society, organización no gubernamental dedicada a promover la exploración espacial. La Oficina del Inspector General de Estados Unidos redactó un informe en el que ampliaba drásticamente esas estimaciones: para 2025, el gasto de la NASA en el programa Artemis ascenderá a 93.000 millones de dólares, un sobrecoste de 1228%. A ello habría que sumar los 4.100 millones que costarán cada una de las cuatro primeras misiones Artemis.
Nuevos retrasos como el de ayer pueden seguir aumentando esos costes, aunque el apoyo de la administración Biden, que ya se dejó ver con las primeras fotos del telescopio James Webb, parece decidido. La propia vicepresidenta Kamala Harris se encontraba ayer en Cabo Cañaveral para seguir en directo el despegue, y en su cuenta de Twitter mostró su apoyo incondicional a la agencia. "Aunque esperábamos ver hoy el lanzamiento de Artemis I, el intento ha proporcionado datos valiosos mientras probamos el cohete más potente de la historia. Nuestro compromiso con el programa Artemis sigue siendo firme, y volveremos a la Luna", afirmaba con rotundidad.
Tras superar los primeros contratiempos, el lanzamiento definitivo del cohete SLS con la cápsula Orión en su interior estaba previsto para la primavera de 2022, mientras la nueva llegada del ser humano a la luna se fijaba en 2024. El 18 de marzo el gigantesco cohete recorría por primera vez los 6,4 kilómetros que lo separaban de su plataforma de lanzamiento en el Complejo de Lanzamiento del Centro Espacial Kennedy 39B, en un viaje de 11 horas que se realizó sin mayores contratiempos.
Sin embargo, el ensayo húmedo previsto para los primeros días de abril, en el que el cohete se llenaría de combustible y realizaría la secuencia de lanzamiento hasta 10 segundos antes del despegue, se suspendió por un fallo técnico y el impacto de varios rayos en la zona.
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La prueba definitiva se canceló y no se realizó con éxito hasta el cuarto intento, el 21 de junio, aunque ese día tampoco estuvo exento de obstáculos. Una fuga de hidrógeno retrasó el ensayo, pero la NASA decidió finalmente ignorar el problema y seguir adelante con otras partes del ensayo, imprescindibles para asegurarse de que todas las etapas del cohete funcionaban según lo previsto.
Todos estos contratiempos, incluido el de ayer, se entienden por el celo de la NASA de no cometer ningún error grave que resulte en la explosión del cohete, pero ya empiezan a inquietar a algunos de los funcionarios de mayor rango de la agencia. Es el caso del inspector general del organismo, Paul Martin, que el 1 de marzo, testificando ante el Subcomité de Espacio y Aeronáutica de la Cámara de Representantes, reconoció abiertamente los posibles retrasos.
"Teniendo en cuenta el tiempo necesario para desarrollar y probar completamente el HLS (sistema de aterrizaje humano en sus siglas en inglés) y los trajes espaciales de próxima generación de la NASA necesarios para la exploración lunar, la fecha para un aterrizaje lunar con tripulación probablemente se retrasará hasta 2026 como mínimo", aseguró Martin a los legisladores.
Precisamente, el desarrollo de los trajes para los astronautas que pisarán de nuevo la Luna lleva 20 meses de retraso sobre el calendario inicial, debido según Martin a la reducción de la financiación en el año fiscal 2021, además de "los impactos del COVID-19 y los problemas técnicos en curso". El problema es que cualquier retraso tiene un efecto cascada sobre las misiones previstas. "Las tres misiones iniciales de Artemis de la NASA se enfrentan a diversos grados de dificultades técnicas que harán que los calendarios de lanzamiento pasen de meses a años de sus objetivos actuales", señaló.
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Eso implica un aumento proporcional de los costes, que pueden llegar a ser insostenibles para la agencia a largo plazo. "La NASA debe acelerar sus esfuerzos para identificar formas de hacer más asequibles sus programas relacionados con Artemis. De lo contrario, depender de un sistema de cohetes pesados de un solo uso tan caro, a nuestro juicio, inhibirá, si no descarrilará, la capacidad de la NASA para mantener sus objetivos de exploración humana a largo plazo de la Luna y Marte".
Ahora, mientras la agencia intenta evitar por todos los medios desastres como el del Apolo 3 o el Challenger, que se saldaron con la muerte de todos sus ocupantes, también tiene que estar además pendiente de su propia sostenibilidad. Mientras, magnates como Elon Musk y Jeff Bezos se frotan las manos con la nueva carrera espacial, la del turismo y la exploración financiadas por compañías privadas.
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