Con el éxito de la primera misión Artemis todavía reciente, los futuros planes de la NASA para crear hábitats en la Luna y después en Marte resuenan con más fuerza. La agencia espacial aún debe decidir qué método de construcción utilizar para levantar las viviendas en la Luna, pero también se necesitan instalaciones para cultivar alimentos como los que compramos cada día en España. Una tecnología que ya se está poniendo en marcha en la Tierra y de la que surgirán las verduras, especias e incluso cosméticos que consumiremos en el futuro.
Fundada en 2018 por Barbara Belvisi, la empresa Interstellar Lab es la elegida por la NASA para instalar sus invernaderos futuristas en la Estación Espacial Internacional primero y, después, en la Luna. Mientras esos planes llegan, las ventajas de estas cápsulas autónomas se empezarán a aplicar en la agricultura terrestre a partir del año que viene, cuando se entreguen las primeras unidades que se están fabricando en estos momentos.
Dentro de esta burbuja inflable se controla la temperatura, la humedad, el oxígeno y el dióxido de carbono del aire, para recrear las condiciones óptimas que necesita cada tipo de planta. Aseguran que su tecnología puede reducir el uso de agua en un 98%, lo que no se traduce en un incremento desproporcionado de energía, como cabría esperar. Así, BioPod también puede reducir las necesidades de energía en un factor de 20. Además, puede capturar una tonelada de CO2 cada año y acelerar el crecimiento de las plantas mientras reduce las emisiones.
BioPod en la Tierra
Tanto proveedores de alimentos como compañías de cosméticos o empresas farmacéuticas se han interesado ya en este invernadero futurista, con la esperanza de que BioPod disminuya su presión por conseguir materiales de buena calidad.
Controlado por un sistema totalmente autónomo, este invernadero tiene una altura máxima de 5 metros, 11 metros de largo y 6 metros de ancho. Esas medidas crean una superficie de 55 metros cuadrados, donde crecen todo tipo de plantas con la programación ambiental específica para ellas, independientemente del clima exterior.
Para cultivar en tierra firme, BioPod se llena de equipos electrónicos e hidráulicos que controlan el ambiente del interior. Las plantas se cultivan sin tierra, con equipos hidropónicos o acuapónicos, y los nutrientes se administran al cultivo con un aerosol con fertilizante líquido.
La luz se filtra a través de la membrana transparente e inflable y el agua se recicla en un sistema de tratamiento que lleva a los tanques. También cuenta con un depurador de CO2 y un generador de oxígeno para dar vida a las platas que crecen en su interior.
Todos estos componentes están integrados dentro de la base del invernadero y se controlan desde el cerebro de este hábitat independiente, un algoritmo programado para mantener los parámetros que necesita cada tipo de planta.
Además de poder mantener cultivos sanos evitando los agentes que está provocando el cambio climático, esta solución también podría reducir el impacto que el transporte de alimentos tiene en el planeta. Especies de todo el mundo se cultivarán cerca de donde se vayan a consumir, reduciendo sus costes en los supermercados. De momento, la empresa está realizando pruebas con semillas raras como la vainilla de Madagascar.
El 9 de junio de 2022 comenzó el montaje de la primera unidad en las instalaciones de IL cerca de París. Este es el primer atisbo de una serie de 10 BioPods, que se instalarán paulatinamente durante el próximo año para clientes y socios de Estados Unidos y Europa.
El precio del BioPod alcanza más de 230.000 euros y se empezarán a ver por el mundo cuando se entreguen, en el segundo trimestre de 2023. Al año, la empresa espera alcanzar la producción de hasta 100 unidades, sin contar con las que está preparando en colaboración con la NASA.
Su instalación
Una de las ventajas de estos invernaderos futuristas es la facilidad de instalación, requisito indispensable para su colocación en lugares con condiciones extremas como la Luna o Marte. Solo hay que inflarlos en el sitio escogido y conectarlos con una fuente de alimentación.
La estructura de estos invernaderos está compuesta por cinco partes para permitir su transporte y montaje in-situ. Cada pieza se fabrica mediante un proceso de infusión de resina, que consiste en estirar la resina en un laminado seco que se mantiene al vacío contra un molde rígido. Se ha elegido este método para crear piezas de plástico livianas pero extremadamente fuertes.
A esta base se une la membrana, una multicapa inflable y transparente que aísla de gases la zona interior del exterior y deja pasar la luz. Para inflarla, se utiliza un inflador dentro del BioPod para sostener la membrana y también se insufla aire dentro de ella. La base y la membrana se unen con un perfil de aluminio y un soporte a la cubierta.
Cultivando en la Luna
Con estas características, Interstellar Lab trabaja para poner su tecnología en órbita. El primer paso será colocar una cápsula independiente en las instalaciones de la NASA en Cabo Cañaveral el próximo junio. Está versión estará adaptada para colocar en la órbita terrestre baja, aunque más adelante se instalará en NUCLEUS, el módulo que tendrá la Estación Espacial Internacional.
Para ello, Interstellar Lab necesita descubrir cómo hacer que su tecnología sea lo suficientemente liviana, resistente y confiable para el vacío del espacio. Toda esta preparación tiene como principal objetivo preparar la cápsula para ser de utilidad en otros mundos, ya que a largo plazo, BioPods será el huerto de los primeros humanos en poblar la Luna y Marte. Allí, las plantas en crecimiento de las cámaras se conectarán a cápsulas similares que albergan viviendas e instalaciones de procesamiento de desechos, unidas por un conector central.
Quedan por delante años de muchos trabajo y desarrollo en colaboración con la NASA hasta que la primera versión espacial de BioPod despegue camino de la Luna aproximadamente en 2027, a tiempo para instalar a los primeros humanos que vivan en el satélite después de que las tres primeras misiones de Artemis hayan tenido éxito.