El agua, el recurso natural más importante, cubre el 71% de la Tierra, pero apenas un 2,5% es apta para el consumo humano. Incluso en España, donde a pesar de las recientes lluvias existe una importante sequía, hay zonas en las que no se puede beber. Purificarla es un proceso crucial para garantizar que esté libre de contaminantes se pueda tomar. Para ello en los últimos años se han desarrollado diferentes tecnologías, como un invento que elimina el 99,9% de los microplásticos en sólo 10 segundos o sistemas de filtración dentro de botellas. Ahora, unos investigadores han desarrollado un material que podría ofrecer una solución sostenible y ecológica.
Purificar el agua para hacerla potable significa eliminar los residuos y los organismos que son nocivos para la salud y que pueden provocar graves enfermedades, como bacterias, hongos, impurezas, parásitos o virus. Reducir la contaminación hídrica es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta actualmente el ser humano, ya que ésta causa cientos de miles de muertes cada año. En esta ocasión, unos investigadores de la Universidad de California, en San Diego (Estados Unidos), han desarrollado un 'material vivo de ingeniería' impreso en 3D capaz de limpiar los contaminantes químicos del agua.
Se trata de una estructura impresa en 3D que está hecha de un polímero a base de algas marinas que está combinado con bacterias modificadas genéticamente para producir una enzima que transforma diversos contaminantes orgánicos en moléculas benignas. Unas bacterias que también se han diseñado para que sean capaces de autodestruirse cuando están en presencia de una molécula denominada teofilina, y que habitualmente se suele encontrar en el chocolate y en el té. Un detalle importante, ya que esto permite eliminarlas después de que hayan hecho su trabajo, según explican los investigadores en un comunicado oficial.
Bacterias autodestructivas
Para crear este nuevo 'material vivo' los investigadores, que publicaron su estudio en la revista científica Nature Communications, utilizaron alginato, que es un polímero natural derivado de las algas marinas. Después lo hidrataron para hacer un gel y lo combinaron con un tipo de organismos microscópicos capaces de realizar fotosíntesis oxigénica que viven en el agua, conocidas como cianobacterias. Una mezcla que los científicos introdujeron en una impresora 3D y, tras probar varias geometrías, descubrieron que la forma de rejilla era óptima para mantener vivas a estas bacterias.
Esta forma posee una elevada relación entre superficie y volumen, lo que sitúa a la mayoría de las cianobacterias cerca de la superficie del material para que puedan acceder a los nutrientes, los gases y la luz. Además, el aumento de la superficie también consigue el nuevo material sea más eficaz en la descontaminación del agua. "Lo innovador es la combinación de un material polimérico con un sistema biológico para crear un material vivo que puede funcionar y responder a estímulos de un modo que los materiales sintéticos normales no pueden", explica Jon Pokorski codirector de la investigación y profesor de nanoingeniería.
Durante su investigación los científicos modificaron genéticamente las cianobacterias de su nuevo 'material vivo de ingeniería' para lograr que produjeran de forma continua una enzima descontaminante con actividad fenoloxidasa llamada lacasa. Un elemento que, como ya han demostrado diversos estudios, se puede emplear para neutralizar diferentes contaminantes orgánicos, como el bisfenol A (BPA) -una sustancia química industrial que se ha utilizado para fabricar ciertos plásticos y resinas desde los años cincuenta-, los antibióticos, los fármacos y los tintes.
Los investigadores también demostraron en su estado que su nuevo material se puede usar para descontaminar el colorante índigo carmín, que es un colorante sintético azul que se utiliza en la industria alimentaria, para dar color a productos como bebidas o helados, y en la textil para teñir la tela vaquera. De hecho, en las pruebas consiguió decolorar una solución acuosa que contenía dicho tinte. No sólo eso, sino que los científicos también desarrollaron una forma de quitar las cianobacterias una vez eliminados los contaminantes.
Para lograrlo, los científicos modificaron genéticamente las cianobacterias para que respondieran a la teofilina. Una molécula que hace que las bacterias produzcan una proteína que destruye sus células. "El material vivo puede actuar sobre el contaminante de interés, y después se puede añadir una pequeña molécula para matar las bacterias. De este modo, podemos aliviar cualquier preocupación por tener bacterias modificadas genéticamente que permanezcan en el medioambiente", señala Jon Pokorski.
Continúan investigando
A pesar de su hallazgo, el grupo de científicos continúa trabajando en su investigación. De hecho, ya tienen en mente los primeros pasos y es que aseguran que una solución preferible es que las bacterias se autodestruyan sin necesidad de añadir sustancias químicas. "Nuestro objetivo es fabricar materiales que respondan a estímulos ya presentes en el medioambiente. Estamos entusiasmados con las posibilidades que puede ofrecer este trabajo y con los nuevos materiales que podemos crear", indica el profesor Pokorski.
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Este trabajo ha sido fruto de la colaboración entre ingenieros, científicos de materiales y biólogos del Centro de Ingeniería y Ciencia de la Investigación de Materiales (MRSEC) de la Universidad de California de San Diego. "Esta colaboración nos ha permitido aplicar nuestros conocimientos sobre la genética y la fisiología de las cianobacterias para crear un material vivo. Ahora podemos pensar creativamente en la ingeniería de funciones novedosas en las cianobacterias para fabricar productos más útiles", afirma Susan Golden, profesora de biología molecular que participó en el proyecto.
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