El pasado 23 de noviembre Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, visitó Israel. Una cita que, más allá de provocar una fuerte reacción internacional dejó una imagen llamativa: Sánchez vestía un pequeño chalecos antibalas, junto a su homólogo belga y un cargo militar local. Esta imagen, que podría haber quedado en anécdota ha vuelto a repetirse este lunes 27 de noviembre, cuando el empresario multimillonario Elon Musk también ha aparecido una reducida protección vital, en su visita reciente a Israel con el primer ministro, Benjamin Netanyahu. Pero, ¿por qué los chalecos antibalas se están volviendo cada vez más compactos?
En un primer momento podría pensarse que este tipo de vestimenta de protección contradice la lógica más elemental. ¿Por qué son más pequeños si su función es precisamente proteger de impactos de bala al portador? Lo cierto es que hay una serie de factores que justifican esta tendencia, revelada en las últimas fotografías de magnates y políticos que visitan Israel. Y reside en la esencia de la utilidad del mismo.
El concepto detrás del chaleco antibalas, al menos en su forma más práctica, es la de salvar una vida, no la de proteger todo el cuerpo. Tanto es así que, a diferencia de lo que muchos creen, los chalecos antibalas como los que usan el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos se conforman de distintas piezas, en pos de proteger los órganos vitales y no tanto en la medida de que una bala perfore el cuerpo.
Lo que muestran las fotografías de Sánchez y Musk es que ha habido un cambio de enfoque. Las armaduras más recientes que incluyen estas protecciones usan, entre otros sistemas, materiales muy resistentes como placas de cerámica dura. Es el ejemplo de la Interceptor Body Armor, una armadura que incluye estas placas protegiendo los órganos vitales. La cuestión no es proteger lo máximo posible, sino evitar que el portador muera.
Un cambio de enfoque
En la actualidad existe el estándar NIJ, una norma establecida por el Instituto Nacional de Justicia que comenzó a decidir cuáles serían los criterios de resistencia balística para estos chalecos. Proporciona una clasificación del nivel de rendimiento para estos chalecos antibalas. Otro ejemplo más de cómo la concepción de protección máxima, a costa de la movilidad del portador, se ha dejado atrás.
Así, el concepto que ha dado vida a los diseños de los chalecos actuales es la de salvar vidas, cubriendo órganos vitales. La mayoría de estos órganos están situados en la parte superior del torso humano. Los chalecos actualmente se prueban y certifican para proteger esta zona de penetraciones y traumatismos contundentes, producidos por amenazas balísticas de distinta índole.
Los aspectos clave a cubrir a la hora de proteger a una persona incurren en cuestiones como la movilidad, el peso o el propio enfoque a las amenazas más comunes; es decir, la protección contra amenazas balísticas más comunes. Es por ello que se cubren las áreas clave como el torso, donde se encuentran el corazón o los pulmones.
Por último, no se debe obviar la cuestión de las limitaciones técnicas. Los materiales usados deben tener un equilibrio ideal entre la movilidad y la resistencia, algo tremendamente complicado a la hora de proteger ciertas zonas que son menos importantes que las ya mencionadas. Todo este conjunto de factores provoca que los chalecos antibalas convencionales sean más pequeños en la mayoría de casos.
La historia del chaleco antibalas
Esta evolución de los chalecos antibalas a protecciones más pequeños pero más duraderos y que protegen lo esencial es pura historia. Una historia que parte desde el siglo XVI, cuando el forjador Filippo Negroli, recibió el encargo de crear una armadura a prueba de armas de fuego.
Estas primeras protecciones no evolucionaron hasta los pasado el año 1860 cuando los primeros chalecos antibalas livianos aparecieron en Corea; un concepto que evolucionó en Australia con armaduras protectoras a partir de chatarra (que pesaban 44 kilos) o los primeros modelos de la Armada de EEUU que se fabricaban en algodón (con hasta 30 capas de material) y que fueron usados en la campaña de Ganghwa.
Entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial el desarrollo de estos chalecos fue muy variado y avanzó muchísimo. Por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial, EE.UU desarrolló varios tipos de este blindaje con distintos tipos de material. Un ejemplo fueron los chalecos acabados en acero al cromoníquel, compuesto por un peto y por un casco. Solo había un problema: pesaba 18 kilos, dificultando enormemente el movimiento del soldado.
Tras la popularización del sistema de protección en la Primera Guerra Mundial, algunos criminales de EEUU comenzaron a usar chalecos antibalas baratos, hechos de tela y algodón que estaban limitados en cuanto a protección. Esto llevó por su parte a que los agentes del FBI que tenían que atrapar a estos delincuentes subieron la potencia de sus armas con calibres más grandes.
Es por ello que ahora incluso los chalecos convencionales de nuestros días, basados en los chalecos de kevlar nacidos en la década de los 70, tienen limitaciones. Si se produce un impacto de esquirlas grandes o balas de alta velocidad impactan contra el mismo chaleco, la energía resultante puede causar un trauma por impacto.Esto se ha solucionado en las más recientes armaduras suministadas a las tropas estadounidenses actuales, que incluyen protecciones contra estas situaciones y se basan en un objetivo claro: salvar la vida, no evitar el impacto.