Anda que no tenía ojo ni nada Zapatero. Lo mismo se sacaba de la manga a la miembra Bibiana Aído -la ONU supo ver de inmediato sus capacidades y nos la arrebató para quedársela en la Gran Manzana- que ponía al frente de los Ejércitos y de los servicios de espionaje a José Julio Rodríguez, un rojazo camuflado de uniforme a quien Pablo Iglesias acaba de fichar contra la casta. Irá de número dos por la lista de Zaragoza, y aun admitiendo que lo tiene en hebreo, convendrán conmigo en que ha dado ya la campanada.
Razones tiene Pedro Sánchez para encabronarse con ZP: mientras él ha de conformarse con la excomandante Zaida -la militara que denunció acoso sexual y laboral en el Ejército-, su rival incorpora a todo un general de división, mandamás hasta el otro día en el Estado Mayor de la Defensa por obra y gracia del supervisor de nubes. ¿Se le cuadraría Zaida si se diera el caso de cruzarse en la campaña? Ni siquiera hay color entre la regeneración civil y destalonada que abandera Irene Lozano y la fumigación que este piloto de caza ataviado con guerrera azul promete desde el aire.
Podemos se había ido desangrando en las encuestas porque muchos habían dejado de ver creíbles su promesas y sus bravatas. Rivera se comió a Iglesias en el debate de Évole en el momento en que la gente descubrió a un tipo con los pies en el suelo y con ideas, y a otro sólo con ideología.
En una jugada maestra, Podemos se centra ahora a cañonazos. ¿Cómo va a ser un nido de locos peligrosos un partido que incorpora a sus filas a quien ha estado dirigiendo tropas en Afganistán como en Somalia, en Libia como en Kosovo, hombro con hombro con los gerifaltes de la OTAN?
Dos estamentos han estado tradicionalmente enfrentados a la izquierda, y viceversa: la Iglesia y el Ejército. A Podemos sólo le falta encontrar ahora a su cardenal Tarancón para cerrar el círculo. El efecto de este tipo de maniobra funciona en los dos sentidos: centra al partido radical a ojos del votante templado, y el votante radical se frota las manos viendo llegado el momento de modernizar de una vez las viejas estructuras.
Iglesias no renuncia a tomar el cielo por asalto. Ha dado el primer paso de la mano de José Julio, un general con nombre de telenovela venezolana.