Se estrena en el Teatro Arlequín Mi princesa roja, musical de Álvaro Sáenz de Heredia dedicado a José Antonio Primo de Rivera. El estreno adquiere un aire de tumultuosa clandestinidad. Hace tiempo que en este país se necesita un tipo muy raro de valor, y otro más anómalo aún de curiosidad, para acercarse a ciertos hechos sin una maciza máscara de prejuicios que para sí la quisiera Darth Vader.
Por cierto, ¿han visto que un fan de la saga Star Wars, enfermo terminal, suplica que le dejen ver la última entrega antes de morir, ya que teme no aguantar hasta el estreno? Eso es pasión por una historia. Salvando las distancias, yo, que cuando llegó a nuestro país La Guerra de las Galaxias a duras penas acababa de encaramarme a los diez añitos de edad, estaba absolutamente convencida de que me moriría si no me llevaban a ver esa película. En un tris estuve de perdérmela por un castigo ante cuya evidente atrocidad retrocedió mi papá. "Anna, yo soy tu padre"… "¡Nooooooooo!"…
Yo aprecio un contraste sustantivo entre Mi princesa roja y Star Wars. A saber. El sobrecogedor predicamento de la saga galáctica, ese estado de dependencia, de puro y duro yonquismo, que es capaz de inducir en el público, responde a la genialidad de George Lucas, quien aprendió a hacer buenas películas, pero sobre todo a hacerlas imprescindibles. A meternos la ficción en vena. Más en vena que la realidad misma.
Mi princesa roja estaría en el otro extremo. Alguien va y se atreve a estrenar un musical (bellísimo y muy bien ensamblado, según me cuentan) sobre un tema real del que ahora mismo es costumbre no hablar o como mucho hablar sotto voce. José Antonio Primo de Rivera es uno de los personajes más desconocidos y peor enjuiciados por una historia oficial -¿o sería mejor hablar de historieta?- paradójicamente controlada por la izquierda. Y digo paradójicamente porque en su día Primo de Rivera fue incomprendido, traicionado y dejado morir por la peor derecha de este país, la más chatérrima.
¿No sería hora de poder hablar de estos temas sin perder los nervios ni los papeles? Me aseguran que en Mi princesa roja no ha habido bemoles, vamos a dejarlo así, de cantar el Cara al sol en escena. No es que sea ni mucho menos mi tema favorito. Personalmente me quedo con Strangers in the night. Pero si podemos oír La Internacional o Els Segadors, el dicharachero himno oficial catalán, que promete arrear un golpe de hoz en los morros a cualquier castellano que asome el morro… ¿por qué cogérsela con papel de fumar con esto otro?
Al fin y al cabo, somos tanto lo que fuimos como lo que no fuimos… ¿o no?