Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles. Gran frase del cineasta, fotógrafo y escritor John Waters con el que estoy totalmente de acuerdo. No hay nada más antierótico que un “a ver si nos vemos” o una estantería vacía en una cita. No me vale de excusa de la tablet, quien tiene dispositivos electrónicos ahora también tuvo antes novelas.
No hablo del sexo rápido, de la urgente necesidad de lo carnal, de la voluptuosidad del roce y del orgasmo atropellado. Hablo de la cita, del encuentro, del enamoramiento. Un libro en la mesilla te da más información del lector que una charla febril en el bar. Ese ejemplar que duerme a su lado o ese que se queda junto al cenicero del salón es una inversión informativa de futuro. Su casa, su olor, su desorden.
Veo la cubierta, el título y el autor y fantaseo. Un libro habla de ti. Caballerías, amores, vampiros, detectives o plegarias. Habla mucho de ti. Y también de nosotros.
Después de ver cómo rebanan cuerpos con el photosop, cómo licuan, alisan y aterciopelan pieles de modelos, actores y actrices para las fotos, hay otro photoshop que me inquieta: el de las casas. Fijaos bien. En las revistas de decoración no ponen libros, los eliminan y dejan frasquitos y cerámicas blancas. ¿Qué ha pasado? ¿No fotografía bien Lolita de Nabokov? ¿Es fea La Regenta? ¿Molesta Moby Dick? ¿Ocupa mucho Sancho? Nos muestran casas sin libros y, lo que es peor, sin vida. Nos presentan espacios en los que no se lee, como si leer no fuera estético.
Abro una revista al azar y me encuentro ejemplares de Taschen que son bonitos y caros: Libro de Hoteles, Louis Vuitton issue y New York Interiores. Ya está. No hay más. Sólo se libran del photoshop estético los de tapa dura y grandes fotos colocaditos con cuidado junto a dos velas intactas y una piña de nácar. Serán cursis, pienso.
Pongamos de moda la literatura, pongamos de moda leer, necesitamos hacer que los libros molen de nuevo, suplicaba John Waters. Cuando en las revistas de decoración vuelvan a aparecer estanterías de libros coloristas y desordenados me pondré cachondo. Muy cachondo. No tardarán en hacerlo, siguen las modas. No hay más que ver internet, que va dos pasos por delante en rapidez y vértigo, una página de jóvenes atractivos pillados leyendo un libro, que tiene casi un millón de seguidores. Repito: ¡Pillados leyendo! El novamás. Leer es sexy. Absolutamente sexy.