Que la censura y la autocensura siguen ganando terreno en la prensa tradicional en España es una lamentable realidad que pone en solfa la imagen y la calidad democrática de nuestro país, y a la que no son ajenos los grandes medios y organismos internacionales. El problema es que la reiteración de las presiones sobre medios y periodistas, sobre todo en los últimos años, ha generado unos niveles de complicidad y mansa tolerancia rayanos en la rutina.
Buena prueba de ello la acaba de dar la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) a través de un comunicado contra The New York Times en el que los propietarios de los principales medios impresos presumen de la "cada vez mayor pluralidad informativa", reivindican la "buena salud" del periodismo en España y acusan al medio de referencia mundial de "caricaturizar" la realidad.
El motivo del comunicado de la asociación que preside el consejero delegado de Prisa (editora de El País), José Luis Saínz, es intentar desacreditar un reportaje del NYT en el que disecciona el precario estado de la prensa española, apoyándose en testimonios de profesionales tan diversos como los directores de EL ESPAÑOL y eldiario.es, Pedro J. Ramírez e Ignacio Escolar, el exdirector de El Mundo Casimiro García-Abadillo, y el veterano periodista y director del semanario Ahora, Miguel Ángel Aguilar.
Sector en crisis
No es casual que, en el meticuloso repaso del NYT, no salgan bien paradas las grandes cabeceras y, muy en concreto, el diario que edita el grupo que preside Juan Luis Cebrián. El artículo del NYT recuerda cómo Rajoy modificó la ley para nombrar al presidente de RTVE , advierte del férreo control del Gobierno sobre la radio y televisión públicas, y subraya la "preocupación creciente sobre si los periódicos mejor posicionados han perdido su independencia editorial" tras "la rápida reestructuración de una industria venida a menos".
Como botón de muestra de la capacidad de presión del poder sobre los medios, el artículo recuerda la destitución de Pedro J. Ramírez de El Mundo, tras publicar los SMS de Rajoy a Bárcenas, y reproduce unas declaraciones de su sustituto en el periódico de Unidad Editorial en las que García-Abadillo admite ahora que él tenía "poco margen de maniobra".
Basta recordar que en los últimos siete años 11.000 periodistas han perdido su trabajo en nuestro país para tener claro hasta qué punto tiene razón NYT cuando apunta a la vulnerabilidad del sector como el talón de Aquiles del periodismo independiente.
Lo cierto es que pocos ejemplos ilustran los problemas de la libertad de prensa en España como el espectáculo ofrecido por El País en los últimos días. Horas después de retirar su columna a Miguel Ángel Aguilar, por reflejar los "niveles de censura" que percibe al menos parte de la redacción, el antaño "diario independiente de la mañana" ha querido ajustar cuentas con el periódico estadounidense.
Desquite megalómano
Además de publicar un artículo sobre los problemas empresariales y la -a su juicio- falta de independencia del NYT, el grupo fundado por Jesús de Polanco ha decidido suspender el acuerdo de distribución que desde 2004 mantenían ambas cabeceras. Este desquite, entre pueril y megalómano, confirma la pérdida de credibilidad del mismo diario que durante años se erigió en guardián de la democracia. Recuerda la anécdota de aquel comprometido editorialista de la prensa del Movimiento que se jactaba de los palos que le daba al Kremlin.
Muchos otros casos, como reflejamos en un extenso reportaje, atestiguan que el sectarismo y la censura siempre han formado parte de la panoplia editorial del periódico que ahora dirige Antonio Caño. Sin embargo, no cabe duda de que la caída de la difusión, la crisis económica y el intervencionismo del Gobierno Rajoy han constituido una tormenta perfecta. Las dificultades financieras que atraviesan los grandes medios los ha hecho depender del auxilio y el apoyo del Gobierno, ora mediante la concesión de licencias de televisión, ora mediante operaciones de auxilio financiero en comandita con el poder económico.
En el caso de Prisa, tan sólo cabe esperar que antiguos acreedores, y hoy abnegados propietarios, como Telefónica, Caixabank, el Santander o el HSBC, sean los primeros interesados en respaldar a sus profesionales, indudablemente el principal activo cualquier empresa informativa, atajando así el equívoco de que la censura en El País obedece a la voz de sus amos.
No es casualidad en todo caso que el diagnóstico de NYT sobre el retroceso de la libertad de prensa en España haya coincidido con el del Instituto Internacional de Prensa con sede en Viena. El problema es que a la voracidad del poder polítito se suma la disposición a la servidumbre voluntaria de un sector estructurado en torno a un cartel medieval que se aferra a un modelo de negocio obsoleto.