“Tú y tu maldita guerra”, dice la leyenda que le espetó Mariano Rajoy a José María Aznar la noche, para el PP muy aciaga, de las elecciones generales de 2004, aquellas que acaecieron sólo tres días después del 11-M y donde el PP pasó en volandas de la mayoría absoluta a verse en la p…calle.
Hay pueblos valientes, hay pueblos cobardes y hay pueblos valientes (incluso un poco bravucones) acobardados por su historia. Mal regusto han dejado en España todas las guerras, desde la de Cuba (si se piensa despacio, nos adelantamos a la URSS y a Vietnam en lo de entrar en guerra nosotros solitos, más chulos que un ocho, con los Estados Unidos) hasta la de Irak, pasando por supuesto por la civil. Quizás por eso en las guerras mundiales nunca estamos ni se nos espera. Qué quieren, siempre se cruza la casualidad de que muy poco antes de que el mundo se declare en guerra nosotros ya lo estábamos por cualquier otra cosa, y claro, en siendo así…
Yo odio la guerra. Creo que eso les pasa a todas las personas sensatas. Además si son personas sensatas de por aquí, a quien más quien menos nos impresiona ese eslogan judeocristiano del: “No matarás” ¿Cabe mandato más sagrado y más alto? Pues mira, el Mismísimo que lo imparte, a la hora de la verdad, es todo matizaciones (como el gobierno y como Margallo en lo de irse a ponerse el quepis en Mali…). A la hora de la verdad, Dios padre es el primero que saca la espada, las plagas y hasta el apocalipsis. No matarás…según a quién, por qué, cuándo y cómo.
Decía que yo odio la guerra, como toda la gente de bien, pero por lo mismo odio todas las cosas que suceden cuando la guerra se elude a cualquier coste y precio. Detesto a la gente que encubre su fundamental egoísmo bajo un caparazón de falso pacifismo. Me deprimen los que se creen más solidarios cuando menos ponen de su parte. Yo que vengo de la tierra del dret a decidir, siempre he vislumbrado una fea y peluda pata de lobo debajo de tanta hipercardada lana democrática. Pongámos serios, a ver: ¿es o no es verdad que un pueblo entra en decadencia cuando sus habitantes se abrogan el derecho de decidir individualmente si les convence o no ir a la guerra? Pues, atendiendo al interés individual estricto, siempre será individualmente mejor que no haya guerra para no tener que ir. Pase lo que pase.
Por cierto, lo del “no a la guerra”, que parece tan original nuestro, en realidad lo inventaron en Estados Unidos. ¿Saben cuándo? Allá por los años 30… Para justificar la decisión del gobierno norteamericano de no meterse para nada en la guerra civil española. Al fin y al cabo, ¿qué más daban un millón, dos millones de españoles menos? Eran bajitos, renegríos, mayormente muertos de hambre y vivían lejos.