El periodismo tiene sus servidumbres y la mía ha sido leerme de cabo a rabo, como si fuera una lectura obligatoria de la ESO, el manifiesto No en nuestro nombre firmado por Ada Colau, el Gran Wyoming, Pilar Bardem, Kichi, Gerardo Pisarello y el Frente Democrático para la liberación de Palestina, entre otros sospechosos habituales. Ahí va mi informe de lectura.
1. No he encontrado ninguna propuesta concreta para acabar con el ISIS, aunque sí vagas apelaciones a la democracia, los derechos humanos y la paz “con justicia”. He visto murales en guarderías con un pensamiento político más elaborado que ese.
2. La frase más desconcertante es la que califica al fanatismo terrorista del ISIS de “funcional”. O sea que tiene una finalidad eminentemente práctica. La expresión es tan rocambolesca que no tengo claro si se trata de una genialidad o de una simpleza como un piano de cola.
3. El manifiesto dice que el terrorismo retroalimenta “el fanatismo racista europeo”. ¿Qué necesidad hay de equilibrar la condena al terrorismo con un hipotético mal equivalente? ¿Ni siquiera con ciento treinta muertos aún calientes sobre la mesa es capaz esta gente de atar corto sus neurosis?
4. Mala cosa cuando a la palabra “terrorista” se le añade el calificativo “fanático”. Como si existiera un terrorismo “moderado”: el buen terrorismo.
5. En honor a la verdad, el manifiesto también habla de “fanatismo racista europeo”. ¿Para qué añadirle énfasis a palabras que ya pesan un quintal por sí solas? Cuando nos acostumbremos a lo de “terrorismo fanático” deberemos añadir un segundo adjetivo para conseguir el efecto deseado. “Feroz terrorismo fanático”.
6. Entre manifiestos de concierto reggae, acémilas al piano y símbolos bobalicones de la paz, la imagen que está transmitiendo Europa al ISIS no es precisamente la de una sociedad firme. Y no digo “dura” o “cruel” o “combativa” o “fiera”. Digo “firme”, que es distinto.
7. Equiparar terror e intolerancia es una doble trampa. En primer lugar, porque a un lado de la línea hay intolerantes y al otro, terroristas intolerantes. Ganan estos últimos por 1 defecto a 2. En segundo lugar, porque mientras la intolerancia es un defecto íntimo merecedor de repulsa ética pero no delictivo por sí mismo, el terrorismo siempre es público y criminal.
8. Comparar los recortes de libertades puntuales, limitados y estrictamente legales tras un atentado terrorista especialmente cruento con el modelo de sociedad sin libertades que pretenden los yihadistas roza la maldad. Y digo la maldad porque nadie puede ser tan estúpido como para defender esa idea seriamente.
9. Es un manifiesto manifiestamente absurdo.
10. A la manifestación del sábado no debería ir nadie.