La inmensa mayoría de los musulmanes, como los cristianos y los ateos, quieren vivir y morir en paz. ¿Qué escucharon desde muy niños los que se suicidan en Europa asesinando a todos los ciudadanos que alcanzan? Probablemente muchos de ellos fueron educados en el miedo a los occidentales. Les dijeron que invadirían sus países, violarían a sus mujeres, secuestrarían a sus hijas, robarían sus riquezas y destrozarían su cultura. De las patrañas nació su miedo y del miedo su odio. Con los años, al odio se sumó la frustración y la ignorancia que les lleva a creer en un paraíso para verdugos. En cualquier caso, que nadie se equivoque. No encontrarán modo de justificarse. Ignorantes, sí, locos, no. No son irresponsables. Saben lo que hacen y qué consecuencias tiene. Son asesinos.
Todo lo anterior puede servir para intentar saber de la locura de los que nacieron lejos de Europa. Pero, ¿qué lleva a europeos de padres europeos a caer en la barbarie? Junto a nuestros hijos fueron educados aquí. Pasean por nuestras ciudades, hablan nuestra lengua, beben nuestro alcohol y bailan con nuestra música. Todo también suyo. Como nuestra frustración y como nuestra esperanza; sin embargo, como los que crecieron lejos de aquí, ahora también son asesinos en serie.
Dicen que muchos de ellos vivieron en guetos donde habita la desesperación y el fanatismo. Nada justificaría sus actos. Además, otros muchos no vienen de guetos. Pudieron estudiar, proyectar su futuro y esperar como esperamos todos. Con más de mil mentiras, propias y ajenas, casi todos esperamos. ¿Por qué no esperan los que siendo antes de los nuestros ahora quieren asesinarnos? ¿Qué les alejó de nosotros? ¿La promesa de un paraíso para verdugos? ¿Cómo pueden creer en eso? Nadie nace un asesino. Y no están locos. Pero ahí los tenemos. Entre nosotros y tan ajenos que no podemos ni siquiera intentar acercarnos a su sinrazón.
No sólo están, también se quedarán. Es más, lo más probable es que protagonicen muchas de las informaciones del siglo XXI. No nos quedará otra. Tendremos que vivir con ellos. ¿Cómo saber que el buen vecino dejó de ser de los nuestros? Nada podrá impedir que vivamos entre sombras. Ahora nos decimos los unos a los otros que no podemos vivir con miedo. ¿De qué nos servirá insistir en más de lo mismo? ¿Para qué engañarnos? Tendremos miedo. Tenemos miedo. Lo que no podemos hacer, y creo que no lo haremos, es dejar de vivir como nos gusta vivir. Con miedo, pero libres.
Dicen que fue Franklin D. Roosevelt quien dijo que “de lo único que debemos tener miedo es del propio miedo”. Nada nos pasará por tener miedo si somos capaces de ser más fuertes que él. Ya que no podremos evitarlos y nos resultará imposible entender a los que nos quieren matar; al menos, que pierdan toda esperanza. Que no cambien nuestra vida. Allá ellos. Podrán elegir su manera de morir, no nuestra manera de vivir.
*** Víctor Llano es suscriptor de EL ESPAÑOL.