La serie de reportajes que sobre el suicidio está publicando EL ESPAÑOL pone de manifiesto que, más allá del terrible drama que supone, estamos ante un grave problema social. En España hay más de 10 muertes por suicidio al día y se registran en torno a 200 intentos. Es la primera causa de muerte no natural en nuestro país y se ceba en la franja joven de la población. En 2013, último año del que se tienen datos, se suicidaron 1.141 personas de entre 20 y 44 años.
Es un asunto doloroso del que no se habla y que ha venido silenciándose en los medios de comunicación. Se ha creído que este tipo de informaciones podrían causar un efecto llamada, particularmente entre aquellas personas que han mostrado conductas suicidas. Sin embargo, ese mutismo no ha evitado que los casos sigan aumentando cada año. Hoy, hasta la Organización Mundial de la Salud recomienda que se informe, siempre que se haga con responsabilidad. Hacerlo, ayuda a tomar conciencia del problema y a poner medios para combatirlo.
El ejemplo de las muertes de tráfico
Habría que intentar abordar el asunto de forma semejante a como se hizo en su día con los accidentes de tráfico. Las campañas de concienciación, las medidas de prevención y los programas sufragados con recursos públicos permitieron que España pasara de las 6.000 víctimas mortales en la carretera del año 2000 a las 1.131 de 2014.
La casuística de los suicidios permite actuar de forma más eficaz sobre los orígenes del problema. Por ejemplo, se ha podido establecer una correlación entre las crisis económicas y el aumento de suicidios. El caso reciente de Grecia es paradigmático. El dato debería servir para, en la medida de lo posible, establecer programas de protección social entre los sectores más vulnerables de la población.
La salud mental, una de las claves
También está probada la relación entre suicidios y salud mental. Una buena infraestructura sanitaria en este campo se antoja fundamental. Los expertos abogan por fomentar las terapias individualizadas antes que el recurso fácil a la farmacología. De hecho, pese a que el consumo de ansiolíticos y antidepresivos se ha disparado en la última década, las muertes han seguido en ascenso. Ahora bien, una apuesta así implica una decisión política, por cuanto supone dedicar más recursos a la atención de los pacientes.
Por todo ello es tan importante la labor de los medios de comunicación, que pueden concienciar a la opinión pública. Confiamos en haber puesto nuestro grano de arena para lograrlo. Nunca hay que olvidar que la persona que se suicida no quiere morir: quiere dejar de sufrir. Eso obliga a la sociedad a poner todo de su parte para que nadie tome esa decisión irreparable por encontrarse en una situación de desamparo.