El atentado yihadista en Kabul ante la embajada española ha provocado un terrible traspié del presidente del Gobierno justo en el ecuador de la campaña electoral. El ataque talibán iba dirigido contra un complejo en el que hay también una casa de huéspedes donde se aloja personal extranjero.
El atentado se conoció en España pasadas las dos de la tarde. Cuatro horas después, Rajoy, de campaña en Orihuela, informó de que había llamado a varios líderes de la oposición, pero restó importancia a los hechos. "Aunque parezca una mala noticia, al final no es así", dijo.
Está claro que desde Exteriores se informó mal al presidente, que llegó a afirmar que un agente español sufría heridas, pero que no eran "de extrema gravedad", y que el ataque yihadista "no era contra nosotros", prescribiendo su proverbial y campanuda "tranquilidad".
Error, torpeza y escapismo
El error de quienes informaron al presidente no le exime de su torpeza. Estando tan próximo lo ocurrido con el accidente del helicóptero español frente a las costas de Marruecos, Rajoy debería haber sido mucho más prudente. Entonces se informó oficialmente de que los tres tripulantes habían sido rescatados con vida, pese a que en realidad habían muerto.
Esta vez el fallo es aún más grave. Poco después de las declaraciones de Rajoy se conoció que los talibanes habían asaltado la embajada española, que dos de ellos habían sido abatidos en el interior, que continuaba el fuego cruzado dentro de la sede diplomática y que el policía español herido estaba muerto, además del fallecimiento de un segundo agente español. El líder del PP tuvo que suspender el mitin que iba a celebrar por la noche en Murcia.
Lo peor para Rajoy, con todo, no es su equivocación. Y eso que durante la campaña ha explotado una y otra vez, frente a sus rivales, la importancia de la experiencia para dirigir un país. Lo grave es que queda retratado en su escapismo moral.
Un presidente retratado
Las manifestaciones de Rajoy en las que pedía "tranquilidad", con el argumento de que el ataque "no era contra nosostros", lo retratan. Cuando se pronunció así es porque creía que el ataque había sido sólamente contra la casa de huéspedes occidentales. Es injustificable que un presidente del Gobierno de España considere ajeno un atentado contra un edificio donde se alojan ciudadanos europeos cuando ni siquiera se ha cumplido ni un mes de la masacre de París.
Aquí ya no hay una confusión, sino cobardía. No es un problema operativo, sino moral. Lo que sale a relucir es la personalidad de un político que huye de los problemas, como ha demostrado a lo largo de la legislatura. Por eso los minimiza y no los afronta.
El liderazgo se demuestra en situaciones como la que se ha dado ahora en Kabul, y Rajoy ha dado la medida exacta del suyo. Más allá de la factura que este episodio le pueda significar en las urnas, lo que ha quedado claro es que España no merece un presidente así.