Desde la legislatura constituyente del actual periodo democrático España no afrontaba unas votaciones tan decisivas. Están sobre la mesa la unidad del país, con el desafío independentista en marcha; la recuperación económica, tras la peor de las crisis y con un 21% de paro todavía; y la regeneración de un sistema agotado y necesitado de mayor calidad democrática. Para afrontar con éxito retos de tamaña envergadura serán necesarios en los próximos años liderazgo, audacia y firmeza.
Antes de introducir sus papeletas este domingo en las urnas, los votantes deberían hacerse algunas preguntas. ¿Qué aspirante a presidir el Gobierno se atreverá a modificar el actual mercado laboral? ¿A cuál no le temblará el pulso si la Generalitat intenta consumar su golpe y haya que aplicar el artículo 155 de la Constitución? ¿Quién estará dispuesto a salvaguardar la independencia de los jueces? ¿Y a cambiar la ley electoral para dar más participación a los ciudadanos? ¿Quién combatirá la corrupción y obligará a los partidos a gobernarse de forma democrática? ¿Cuál de todos ellos no renunciará a reducir la Administración para que sea menos gravosa y más eficaz?
Cuatro aspirantes y gran incertidumbre
Hay cuatro aspirantes: Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias con posibilidades de llegar al poder. La desventaja de los candidatos del PSOE, Ciudadanos y Podemos es que son una incógnita: nunca han gobernado antes. El handicap del candidato del PP es que ya ha gobernado cuatro años.
No sólo son éstas las elecciones más importantes sino las que encierran una mayor incertidumbre. Nadie duda ya de que el PP ganará, pero con una mayoría insuficiente que podría dar pie a un pacto que le dejara fuera del Gobierno. Es una situación improbable porque Albert Rivera ha advertido este mismo viernes que se abstendrá en la sesión de investidura del candidato más votado para facilitar la gobernabilidad, así como que votará en contra de cualquier aspirante que auspicie Podemos, por la posición que este partido mantiene en relación a la independencia de Cataluña. Ahora bien, en un régimen parlamentario como el español, nadie debería cuestionar la validez democrática de los acuerdos postelectorales, ni que el próximo presidente saliese de una lista que no hubiera sido la más votada.
Conllevancia, cambio o voladura
Aunque los aspirantes son cuatro, las alternativas se reducen a tres: la conllevancia, es decir, tratar de solucionar los problemas con pequeños retoques y dejar que vayan resolviéndose por sí solos o se enquisten, según el caso; la renovación, que consiste en acometer los cambios que viene reclamando la sociedad; y la transformación radical de la realidad, en lo que supondría una enmienda a la totalidad del sistema.
EL ESPAÑOL apuesta sin tapujos por una regeneración que, conservando lo mejor de nuestra herencia política, permita sentar las bases para construir un país atractivo, moderno, con mayores cotas de libertad y participación ciudadana. Un país del que sus habitantes puedan sentirse orgullosos. Quienes conocen nuestras Obsesiones y escuchan nuestros rugidos saben que Ciudadanos es el partido que comparte más aspectos clave del ideario de EL ESPAÑOL. Pero somos un medio plural, con dos millones y medio de lectores en noviembre, y entendemos que muchos de ellos pueden mantener anhelos similares y sentirse representados por otros partidos. Como decimos en nuestro hashtag de Twitter, cada voto cuenta. El 20-D es una gran oportunidad para poner a España en una nueva senda.