Si hace un año le hubieran dicho a Albert Rivera que Ciudadanos obtendría 40 escaños en las elecciones generales, el líder de la formación naranja habría encontrado buenos motivos para la satisfacción. Si tenemos en cuenta, sin embargo, que hace solo un mes las encuestas anunciaban el sorpasso de Ciudadanos al PSOE y su consolidación como segunda fuerza con cerca de 80 escaños, la sensación que deja el 20-D entre los seguidores de Rivera es agridulce. Objetivamente, 40 escaños es un resultado formidable para un partido emergente: el problema de Ciudadanos no ha sido de resultados, sino de gestión de expectativas.
Con 3,5 millones de votos y casi un 14% de las papeletas, el partido de Albert Rivera ha superado en más de 300.000 votos a Podemos si no tenemos en cuenta las candidaturas de confluencia. No obstante, los líderes del partido venían jaleando una burbuja de expectativas desde el verano que hace que el meritorio cuarto puesto de Ciudadanos sea percibido hoy como un pequeño fracaso. No es tan grave, es un error de novato, y Rivera tomará nota.
Rivera planteó de forma errónea las apariciones en televisión, donde funciona el mensaje corto y reiterativo
Pero sí es cierto que la formación naranja ha enfocado mal esta campaña electoral. Ciudadanos ha llegado a la cita con las urnas desfondado y pidiendo la hora, y los resultados podrían haber sido peores si los comicios hubieran tenido lugar un par de semanas más tarde. Albert Rivera no ha sabido gestionar bien su exposición mediática y, pasados los primeros meses de idilio con televisiones y prensa, tal como le ocurrió a Podemos antes, Ciudadanos descubrió tarde que sus rivales también jugaban.
Plantearon los debates de forma errónea: se emplearon en clave propositiva en un formato que no se presta a explicaciones detalladas y complejas, en el que priman los mensajes cortos y reiterativos, y en el que los candidatos se interrumpen y llevan la pelea al barro. En sus últimas apariciones televisivas, Rivera había perdido la frescura, estaba cansado, parecía nervioso y cedía el protagonismo a Pablo Iglesias.
Ciudadanos aún tiene una deficiente implantación territorial y se nota quele falta unidad en su discurso
Podemos había tenido problemas parecidos a los de Ciudadanos un par de meses antes. La luna de miel de Iglesias con los medios de comunicación terminó el día que se entrevistó en prime time con Ana Pastor. Los líderes de la formación morada decidieron entonces salir del foco mediático para tomar aire, lo cual les permitió volver, a dos semanas de las elecciones, más fuertes que nunca, mientras Ciudadanos iniciaba su descenso.
No es el único problema que han tenido. Ciudadanos es un partido relativamente joven que adolece de una pronunciada dependencia de Rivera. Más allá de su líder en Cataluña, Inés Arrimadas, y de su portavoz económico, Luis Garicano, la formación carece de cuadros fuertes y acusa un marcado personalismo, en parte por el expansivo carisma de Rivera, y en parte por su deficiente implantación territorial. Es seguro que las últimas intervenciones de la candidata Marta Rivera de la Cruz sobre la violencia de género, o las declaraciones del representante cántabro, que comparaba el asesinato de mujeres con el aborto hicieron mucho daño a Ciudadanos, y esto da cuenta de la dificultad que encuentra todavía el partido para imponer un mensaje unívoco y centralizado.
El revés ha sido especialmente doloroso en Cataluña: en tres meses ha pasado del 18% de los votos al 13%
Tampoco ha tenido la formación naranja una estrategia de movilización definida. Es cierto que se trata de una tarea difícil para un partido relativamente nuevo, pero en esto Podemos ha estado mucho más acertado, y aquí se ve una diferencia importante entre ambos: si bien los dos son emergentes, los de Somosaguas llevan toda la vida trabajando en campañas electorales. También es verdad que Podemos cuenta con unas bases jóvenes muy participativas y que, en muchos casos, vienen de un activismo político anterior, pero los estrategas de Ciudadanos debían haber previsto la importancia capital de la movilización y haber ido tejiendo una comunidad de simpatizantes. La desmovilización ha sido especialmente dolorosa en Cataluña, donde Ciudadanos ha obtenido solo cinco escaños y apenas un 13% de los votos, frente al 18% conseguido hace tres meses.
Por último, al partido de Albert Rivera le ha perjudicado la polarización de la campaña. Conforme las encuestas iban anunciando el ascenso de Podemos, el PP convirtió la competición electoral en una batalla entre ellos o la izquierda radical, dejando fuera de juego al PSOE y activando el voto útil conservador. Ante el temor del avance de Podemos, muchos indecisos entre Ciudadanos y PP tomaron la alternativa de Rajoy.
Los próximos años van a ser cruciales para C's: su peor escenario sería la convocatoria de nuevas elecciones
Esto también da cuenta de las dificultades que entraña ser una formación autodenominada de centro. Los grandes partidos terminan cosechando buena parte del voto potencial de Ciudadanos en el centro-izquierda y el centro-derecha. En el medio plazo, Ciudadanos tendrá que afrontar estas contradicciones basculando hacia uno de los dos polos del espectro ideológico. A día de hoy el PP parece un partido demasiado sólido como para llevar la competición hacia ellos. Parte del problema de Ciudadanos en estas elecciones ha sido que sus errores y sus rivales han contribuido a escorarlo a la derecha. Ocupar el espacio ideológico de un PSOE progresivamente menguante parece una opción más realista. Sin embargo, también es cierto que el centro izquierda está ya muy fragmentado.
Los próximos cuatro años van a ser cruciales en la consolidación de Ciudadanos. En este tiempo, Albert Rivera tiene que resolver su falta de implantación territorial, tiene que suplir las carencias de sus equipos, tiene que encontrar su sitio en el espectro ideológico y tiene que construir una red de simpatizantes que sostengan al partido. Todo esto será más fácil con 40 escaños en el Parlamento. Pero lo inmediato ahora para Ciudadanos es jugar bien sus cartas de cara a la formación de gobierno.
El peor escenario para Albert Rivera sería que se convocaran nuevas elecciones. En la práctica, unas nuevas elecciones se disputarían como una segunda vuelta en la que, previsiblemente, el PP y el PSOE capitalizarían como voto útil buena parte de las papeletas de Ciudadanos. La mala noticia para Rivera es que, ahora mismo, un acuerdo de investidura parece imposible. Aunque, como a él le gusta decir, imposible es solo una opinión. Veremos.
*** Aurora Nacarino-Brabo es periodista y coautora de '#Ciudadanos: Deconstruyendo a Albert Rivera'.
*** Sr. García.