La última cesión de Junts pel Sí a la CUP para tratar de lograr la investidura de Artur Mas es la demostración de hasta qué punto el líder de Convergència ha traicionado sus principios y los de un partido que fue santo y seña de la tradicional moderación de la burguesía catalana. Entre los puntos de esa ofrenda se incluyen algunas de las reivindicaciones fetiche de la formación anticapitalista, como la paralización del macrocomplejo hotelero del BCN World, la aprobación de un salario mínimo y de una renta mínima de inserción de 1.000 euros al mes y una asignación presupuestaria para subvencionar la fecundación de mujeres lesbianas o sin pareja que buscan la maternidad de forma asistida.
Con el argumento de seguir dando pasos hacia la independencia, Mas ha cambiado la tradicional agenda de CDC por otra radical y se ha arrastrado ante fuerzas que representan lo contrario de los valores conservadores que ha mantenido toda su vida. Muchos se han convenciendo ya de que, en realidad, su viraje ideológico, ese arrastrarse una y otra vez ante la CUP, es un intento por salvarse a sí mismo.
CDC sería hoy clave en el Congreso
El ofrecimiento que este martes ha hecho Junts pel Sí a la CUP llega después de semanas de tiras y aflojas en los que ha planteado incluso la creación de una presidencia rotatoria. El espectáculo que Mas está dando ante la sociedad catalana y ante los militantes de su partido le ponen en evidencia.
El ridículo es más notorio, si cabe, tras el escenario político que han dejado las elecciones del domingo. De no haberse echado al monte, los ocho diputados de Convergència serían hoy claves junto a los seis del PNV. Mas habría tenido en su mano la llave de la gobernabilidad de España y podría haber negociado condiciones ventajosas para Cataluña, como ha hecho su partido en las últimas décadas.
La cuarta fuerza en Cataluña
Por mucho que se empeñe Mas en sonreír y en insuflar ilusión a los suyos, lo cierto es que Convergència, rebautizada como Democtacia y Libertad -por perder ha perdido hasta su nombre- ha cedido su papel hegemónico, ha pasado a ser la cuarta fuerza política en Cataluña y de los 16 diputados que obtuvo en 2011 se ha quedado en la mitad, pasando a ser una fuerza irrelevante. Y todo ese viaje para nada: Cataluña no va a separarse de España. La única independencia que ha logrado Mas es la de la aún más fracasada Unió Democràtica respecto de su Convergència.
La imagen de Mas se ha convertido en objeto de continuas bromas en Cataluña, donde se le presenta con indumentaria y peinado radicales. Ahora muchos se preguntan qué será lo próximo que ofrezca a los anticapitalistas de la CUP que, tras semanas de negociaciones, se han limitado a decir que valorarán en asamblea esta última propuesta.