El común de los observadores y analistas políticos han reconocido que los resultados que Ciudadanos obtuvo el domingo han sido muy importantes; no en vano, el partido presidido por Albert Rivera venía de una ausencia de representación en las Cortes y se ha situado en los 40 escaños.
Sin embargo, también el común de estas opiniones afirman que Ciudadanos ha quedado situada por debajo de sus expectativas electorales, lo que quiere decir que ha obtenido menos votos que los proyectados por la mayoría de los sondeos.
Ambas afirmaciones son ciertas, en mi opinión. Diez días antes -quizás siete- de las elecciones, Ciudadanos podía contar con una propensión al voto de unos 5.400.000 electores -contando con una participación alta, del 75%, incorporando el censo de no residentes en España, el llamado CERA-. La pregunta que nos formulamos es, ¿qué ha pasado para que esa cifra quede reducida hasta los 3.500.000?
La crisis, en absoluto resuelta aún, ha dejado una sociedad acosada por el paro y los recortes
No creo que sea función de este artículo -menos de quien lo firma- profundizar en las razones endógenas, derivadas muchas de ellas de la formidable expansión nacional de este partido desde las elecciones europeas de mayo de 2014, en las que obtuvo dos tercios de sus votos fuera de Cataluña, su territorio de origen, y cuya comisión ejecutiva ya está estudiando. Me referiré por lo tanto a las causas exógenas de este retroceso en las expectativas de voto.
La crisis, en absoluto resuelta aún, que atraviesa nuestro país y que no solo es económica, sino que integra también razones sociales, políticas e institucionales, ha dejado como resultado una sociedad acosada por el paro y los recortes, una clase media resentida por esta situación -que se encuentra a punto de perder esta condición, si no la ha perdido ya- y un abrumador goteo de casos de corrupción que ha afectado a la práctica totalidad de los partidos tradicionales que venían gobernando España y sus Comunidades Autónomas desde la Transición. Ahí está el origen de la mutación política que estamos viviendo.
Y ha dejado también esta crisis una juventud sin esperanzas; preparada, pero que ve cómo pasa el tiempo y sus oportunidades de obtener un puesto de trabajo estable se desvanecen, y con ello también la posibilidad de crear una vida independiente y siquiera aspirar -pasado el tiempo- a conseguir una pensión digna para su jubilación.
Un sector de la población, tradicionalmente abstencionista, se ha dado cuenta de que hay que votar
Esa nueva generación de españoles, tradicionalmente abstencionista en pasadas elecciones, es muy consciente de que se le ha acabado el tiempo del pasotismo y del rechazo sin ambages del sistema, que la única posibilidad que tiene para empezar a resolver sus problemas es participar en democracia. Esto es, votar. Una nueva oleada de electores activos que es la razón de la existencia de los partidos emergentes a quienes se les han sumado sus mayores, hastiados también por el comportamiento de la vieja política y su corrosivo efecto en todos los órdenes. Esos eran los 5 millones largos de electores españoles dispuestos a votar por Ciudadanos.
Afrontamos una campaña electoral presidida por el fair play que nos recomendaba Albert Rivera la misma noche en que daba comienzo y que no fue correspondido por nuestros rivales, empeñados en situar a Ciudadanos en la derecha -junto al PP- o en la izquierda -en una imposible conjunción con el PSOE-. Todo ello y el ascenso -o remontada- de un Podemos entregado al pretendido derecho a decidir, ha revuelto las engañosamente confortables aguas del estanque por el que surcaba pacífico el barco patroneado por Rivera.
Que la política, y aún más las campañas electorales, no son escenario propicio para el juego limpio es asunto bien conocido. No obstante, se deberá reconocer el esfuerzo del joven candidato en conducir sus intervenciones desde la prudencia y la educación, algo que resulta inusual en nuestros pagos.
El acoso a Rivera para que concretara a quién iba a votar tras las elecciones ha sido excesivo
El acoso sobre el líder de Ciudadanos para conocer a quién iba a investir con los votos que recibiera ha sido, a mi juicio, excesivo. España constituye un caso no muy común entre los países europeos, en cuanto a la existencia de terceros y cuartos partidos llamados a formar mayorías. La competencia electoral se hace allí sobre programas y candidatos y, una vez pasadas las votaciones, se comparan aquellos y los diputados electos a fin de sumar mayorías y definir la acción del gobierno. Exigir al candidato que explique el destino final de su voto es poco menos que pedirle que renuncie a su legítima opción por dirigir el país y difuminar esa pretensión por aquello de preferir el original a la fotocopia.
En todo caso, Albert Rivera hacía explícita su posición en el mitin de cierre de campaña. Una explicación que tal vez llegaba en un tiempo ya difícil de resultar digerible por sus eventuales -y preocupados- votantes. Ciudadanos no pondría obstáculos a la investidura de Rajoy y no pretendería construir mayorías alternativas, mucho menos con el partido que pudiera conducir a España a su fragmentación, paso previo ineludible para su desaparición.
Concluidas las elecciones, ha quedado abierto un probablemente largo proceso de negociaciones para la formación de gobierno. En el caso de que no sea posible y se convoquen nuevas elecciones, buena parte de los analistas afirman que los grandes perjudicados serán el PSOE y Ciudadanos. El primero, reducido aún más por la presión ejercida por Podemos sobre el electorado que le va quedando; el segundo, por el temor al auge de los de Iglesias y el consiguiente mordisco de sus votos por el PP.
No creo que haya mucha gente joven que vaya a votar al PP en el caso de elecciones anticipadas
Es difícil realizar pronósticos todavía, pero los que pronostican este eventual hundimiento de Ciudadanos, o no comprenden o no comparten el principio que enunciaba más arriba: no creo que haya mucha gente joven que vuelva a comprar el discurso del PP por mucho congreso abierto que celebren. Y Sánchez se ha defendido de Podemos y ha recuperado los 900.000 votos que iban a emigrar hacia Ciudadanos.
Unos y otros, PP y PSOE, han frenado hasta cierto punto la sangría que se les avecinaba. Pero creo que es lo cierto que esos cinco millones largos de votantes tuvieron un día la intención de depositar su sufragio por Ciudadanos, que consideraron que aún no era llegado el tiempo y que volverán a planteárselo en el futuro: el partido presidido por Rivera no les ha defraudado.
Ciudadanos ha llegado para quedarse y su líder tiene la condición que les falta a otros: que encarna como no lo hacen los demás las inquietudes y las expectativas de esa nueva generación y de los no pocos ya mayores que nos hemos decidido a acompañarles en ese apasionante proyecto.
*** Fernando Maura es diputado electo por Ciudadanos.
*** Ilustración: Martín Elfman.