La primera biblioteca marxista la vi en un chalet, a finales de los ochenta. Pertenecía al padre de un amigo mío que era tesorero de un ayuntamiento de la Costa del Sol, enriquecido por el turismo (el ayuntamiento). El alcalde era del PSOE, aunque el padre de mi amigo no: sus devociones estaban con Fidel Castro y con Mao. Y también, inesperadamente, con Nietzsche. Un día mi amigo viajó a Suiza con su padre. "Es que admira mucho a Nietzsche y quiere peregrinar a Sils-Maria". En los meses sucesivos repitieron varias veces la peregrinación. El súbito nietzscheanismo del padre de mi amigo era humano, demasiado humano.
A mi amigo no le dio por leer la biblioteca de su padre, pero cuántas de las nuevas hornadas de marxistas no provendrán de las bibliotecas marxistas arrumbadas en los chalets. Esos chalets logrados en buena parte gracias al marxismo, a las carreras marxistas o exmarxistas de los papás. Estudiar los mecanismos del capital, se decía en la época del primer pelotazo, permitía luego con relativa facilidad hacerse rico.
Desde que han vuelto a proliferar los marxistas, me entretengo en preguntar sobre ellos, cuando hay ocasión, y casi todos vienen de familia rica o como mínimo acomodada. Haya o no biblioteca marxista en el chalet, tenemos un marxismo que es eminentemente de chalet. Entendiendo "chalet" como metáfora del nido: vivan donde vivan ahora los polluelos, y habiendo podido ser, en vez de chalet, un ático.
En Podemos están Íñigo Errejón o Rita Maestre. En literatura, Marta Sanz o Belén Gopegui (me partí cuando supe que esta era la "Sor Lubianka" de que habla Trapiello en su diario; mote con el que ya me había partido antes de saberlo). Otro por el que pregunté en su día un poco rutinariamente, y que también me confirmaron, es César Rendueles, autor de Capitalismo canalla. Muerden la mano que les dio de comer langostinos.
En estas cosas he pensado después de ver la discusión entre Corcuera y Sotillos, el hijo de Sotillos, portavoz del primer gobierno de Felipe González. No sé si Sotillos hijo se educó en la biblioteca marxista de papá, pero es, sin duda, un "marxista de papá". En un momento dado, Corcuera le toca la mano (m. 8:23 del vídeo) para desmentirle que haya trabajado en la vida. La idea que tiene Corcuera de lo que es trabajar está anticuada, pero ahí sí que vimos al fin un episodio de la lucha de clases de que tanto se habla de nuevo. Con el marxista situado en su lugar, que es el de arriba: el del señorito, el del burgués.