Es cierto que los grupos mayoritarios en el Parlamento han facilitado en ocasiones a las minorías la conformación de su propio grupo, en lo que se pretendía fuera un gesto de fomento del pluralismo parlamentario. Se trata de una medida discutible, pues al actuar de esa forma se desvirtúa el concepto de representación.
El caso que ha protagonizado ahora el PSOE en el Senado es distinto y por eso el escándalo. Los ciudadanos que votaron a los parlamentarios prestados a Democràcia i Llibertat y ERC pueden sentirse claramente estafados. Si se les hubiera advertido que esa operación era posible, seguro que muchos hubieran cogido otra papeleta.
Alfombra roja a los independentistas
Pero lo que hace de todo punto inconcebible este cambalache es que se produzca en las circunstancias actuales. Los dos grupos que gracias al PSOE van a disponer de más medios, más dinero y más minutos en la Cámara Alta van a utilizar esas ventajas en su objetivo de destruir el Estado, pues pertenecen a partidos que han mostrado su firme disposición de no respetar ni los tribunales ni las leyes para lograr la independencia de Cataluña. Nadie entiende que el PSOE ponga una línea roja para no pactar con el PP y tienda una alfombra roja a los independentistas.
Si la situación no fuera de por sí lo suficientemente lamentable, el PSOE ha cometido la estupidez de ceder a ERC un senador mallorquín y otro valenciano, alimentando así el imaginario nacionalista de los "Paisos Catalans". Los independentistas deben estar encantados, y muchos valencianos y baleares, legítimamente ofendidos.
En contra del comité federal
Tanto contrasentido y tanta torpeza sólo pueden encontrar explicación en un afán ciego de Sánchez por ir ganándose el favor de los separatistas con vistas a alcanzar una mayoría aritmética que le permita llegar a la Moncloa. Incluso parece haber olvidado la resolución del comité federal de su partido celebrado tras las elecciones, que decía que "para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas" es "una condición indispensable" la "renuncia" a planteamientos como "la autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento". Pues bien, el líder del PSOE llamó este viernes a Puigdemont -como también hizo Iglesias- ofreciéndole abrir ese diálogo.
Sánchez se ha extralimitado y lo lógico es que su partido le pare los pies. Este viernes algunos barones socialistas, como el presidente de Extremadura, Fernández Vara, o el de Aragón, Javier Lambán, han expresado su contraiedad. Vara llegó a calificar de "inexplicable" la decisión de ayudar a formaciones que trabajan "para irse de España". Enfrente, la vicepresidenta del Gobierno también salió al paso. Sáenz de Santamaría ha criticado a Sánchez en las redes sociales por "prestar sus senadores a los independentistas" y le ha llamado a la responsabilidad, instándole a que dé explicaciones a los españoles.
Un paso que favorece a Puigdemont
El asunto es de una extrema gravedad porque Sánchez le hace el juego a la nueva estrategia con la que acaba de estrenarse Puigdemont al anunciar que descarta una declaración unilateral de independencia a corto plazo. Seguramente consciente del descrédito que las negociaciones con la CUP le han supuesto al procés, y sabedor de que con los actuales apoyos es impensable plantear la secesión, Puigdemont ha vuelto a la estrategia que Pujol definió como "de la puta y la Ramoneta". Coniste en el doble juego: unas veces dialogante y otras intransigente.
Está claro que el nuevo president, un fanático nacionalista, independentista de los de toda la vida, no ha cambiado de metas. Sólo pretende seguir ganando tiempo para ampliar los apoyos a su causa. Sánchez, al incluir a Democràcia i Llibertat y a ERC entre aquellos con los que se puede colaborar permite que la sociedad interiorice como normal que en las instituciones catalanas trabajen por la independencia y en el Parlamento español, también.
Sánchez debe rectificar y retirar el apoyo de sus cuatro senadores a los grupos separatistas. Más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo. El daño que ha hecho al PSOE es tremendo, y si no está por dar marcha atrás, la organización debería ir pensando en otro liderazgo.