Será mucho más difícil edificar una más y mejor Europa sin la participación y demanda de los ciudadanos europeos de todo lugar. Entendemos, ciertamente, como una más y mejor Europa un amplio espacio político con alto nivel de integración en el que los ciudadanos europeos tengan mayor prosperidad, libertad, seguridad y solidaridad que en una Europa fragmentada.
Se dice, o se observa, sin embargo, que las crisis actuales de la UE (Brexit, Grexit, Euro, seguridad, inmigrantes, demandantes de asilo, Schengen…) están creando la dinámica contraria. Es decir, que esas crisis están alejando el humor de la ciudadanía de la necesidad de una Europa más unida, lo cual se ve alimentado y aprovechado por los partidos o movimientos re-nacionalizadores que nos retrotraen a espantosos periodos del pasado: racismo, xenofobia, anulación de derechos civiles en aras a derechos territoriales, mitificación del patrioterismo, intimidación, autoritarismo, etcétera.
La victoria sobre el terrorismo yihadista tardará en llegar. Hemos perdido tres batallas: Madrid, Londres y París
Pues bien, hemos de decir muy claro que los Estados miembros son los mayores responsables de esa deriva indeseable y con el agravante de que están dejando perder una ocasión clave para informar, educar y darle la vuelta a ese desapego a la construcción de una UE más fuerte y potente. Pueden estar traicionando un momento histórico.
Nos referimos a la crisis que podríamos llamar "de seguridad", o sencillamente, de "estado de guerra", en una contienda distinta a las tradicionales, pero a la que hay que plantar cara por igual, por mínimo sentido del deber y de la ética. Hasta ahora son públicas tres grandes batallas perdidas: Madrid, Londres y París, y algunas menores en número de bajas, como la atrocidad de Charlie Hebdo. Son más discretas, pero sin duda más abundantes, las victorias que se cuentan como decenas de atentados frustrados, prevenidos, impedidos por los servicios de Inteligencia y las fuerzas de seguridad. La victoria final, es decir, la plena seguridad de nuestros conciudadanos por total desaparición del terrorismo yihadista aún tardará en llegar.
Digamos una vez más, que nos centramos en la crisis de seguridad y que no cometemos la infamia de asimilarla a la crisis de la avalancha de demandantes de asilo ni a la mejor gestión de la inmigración. En un mundo tecnológico complejo, enrevesado y globalizado todo se relaciona en la práctica y obliga a mantener precauciones técnicas, pero jamás se deberá confundir la crisis de seguridad con la crisis de los refugiados, lo que daría pie a injustas y repudiables reacciones primarias que tanto gustan a nuestros extremistas caseros.
Propuestas del tipo 'dejen a las Naciones defenderse solas', como la que defiende Le Pen, son inviables
Volviendo a la crisis de seguridad ciudadana, apuntamos que la reacción del Estado francés ha tenido, por fin, algunos aspectos positivos notorios. Lo más importante es que se ha empezado a llamar a las cosas por su nombre y que ya nadie duda de que se trata de un ataque, organizado, financiado, estratégico y a largo plazo continuado contra la ciudadanía europea, en la medida en que es una ataque contra la civilización occidental. Lo lamentable tal vez sea que esta reacción y clarividencia no se haya producido mucho antes, por ejemplo tras los más letales atentados de Madrid. Es un enorme paso positivo, de todas formas, el haber concienciado a la población de la gravedad de la situación.
Pero, a partir de ahí es cuando resurge, gigantesco, el problema de la falta de más Europa. Miremos la reacción de los Estados miembros y de la Comisión. No creo que merezca mucho comentario, bajo este prisma, la actitud de Estados que chantajean a la UE para seguir siendo miembros (llegando al delirio de exigir que la ambición de más y mejor Europa deje de ser un objetivo histórico) ni la de los partidos, como la de la señora Le Pen, bramando de que "dejen a las Naciones defenderse solas", como si eso fuera posible.
Observemos más bien la actitud resultante del propio Estado francés. Su reacción final, loable por la contundencia, la seriedad y la asunción del deber, ha sido también muy nacionalista. Es decir, ha apelado al artículo 42.7 de los Tratados, para que se colabore con él, pero siempre y cuando sea una operación francesa dirigida por los franceses. No ha apelado a una acción conjunta a través del artículo 222 del Tratado de funcionamiento de la UE. Y lo usa para política interna, no europea.
En esta 'guerra' que vivimos, es fundamental la información y, por tanto, los servicios de Inteligencia
Tampoco olvidemos la actitud de otros Estados, como el español, arrastrando los pies para ayudar. (Recuerdo, para quien no lo sepa, que España es el país de la UE más cercano a Mali, a una hora de vuelo de Canarias). El papel de la Señora Mogherini, Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, en todo esto ha sido apenas decorativo, supongo que contra su propia voluntad.
Pero ahondemos aún más en nuestra seguridad, la de los ciudadanos europeos. Nadie con un mínimo de formación y conocimiento puede dudar de que lo que realmente nos protege de los actos bárbaros que suceden periódicamente en cualquier rincón de Europa son los servicios de Inteligencia, la información cautelar previa. Tanto más necesarios cuanto que en esta guerra que vivimos existe el papel decisivo, como en ninguna otra, del enemigo interior (los autores de los atentados en París eran franceses). De hecho, las mayores carnicerías se han debido a fallos en dichos servicios de Inteligencia.
Y, tras los atentados de París, y alguna revelación de lagunas importantes en la cooperación entre servicios de información, ¿qué se ha hecho? Tristemente, sólo hemos visto acelerar un viejo tema, el de los PNR (registro de nombres de pasajeros aéreos) para llegar a un acuerdo melifluo donde el intercambio de datos será voluntario y nada centralizado, para ver si ayuda a la trazabilidad de los sospechosos. Casi una ofensa para las víctimas, pero, sobre todo, una preocupación para el futuro. ¿Por qué?
Cuanto más tarde la UE en crear unas agencias como las de los EEUU, más muertos habrá que contabilizar
Todos sabemos que los servicios de Inteligencia, a veces auténticos Estados dentro del Estado, son opacos, recelosos de sus datos y funciones, turbios, habituados a no tener supervisión y a mercadear con su información, a colaborar con dificultad y a estar sometidos a necesidades políticas de partidos nacionales o, como en algún caso en España, regionales. La colaboración es mucho mejor que nada, y se da, pero es quebradiza, voluble, ineficiente, dependiente de los momentos políticos…
En la coyuntura presente, con la tecnología disponible, la movilidad alcanzada y la globalización, la seguridad de los ciudadanos europeos necesita vitalmente unas agencias de información y de seguridad únicas y centrales, con mando único e integrado. Un FBI y una CIA. O, por decirlo a las claras de una vez, cuanto más se tarde en crear esos entes, más muertos europeos tendremos que contabilizar, atentado tras atentado. Y la desaparición del espacio Schengen en absoluto va a sustituir la necesidad de esas agencias. Al contrario, debilitará aún más nuestra seguridad.
Es ahí donde vemos la pérdida de una ocasión histórica. Si los Estados y los líderes europeos (¿los hay?) quisieran atender a su deber primordial de proteger a los europeos deberían informar de todo esto con toda crudeza y rigor a sus conciudadanos, explicarles lo que está en juego y recabar su apoyo racional y activo para avanzar en la integración europea, no sólo monetaria, sino de seguridad integrada y, muy pronto, de defensa única. Porque nos va la paz y tal vez la vida en ello. Y la famosa sociedad civil debería exigir, desde el conocimiento, que sus gobernantes se dedicaran a protegerles de verdad y no a atender intereses de partido, recetas demagógicas o retornos suicidas a un pasado cruel. He dicho desde el conocimiento.
*** Enrique Calvet Chambon es eurodiputado independiente adscrito al Grupo Europeo de los Demócratas y Liberales (ALDE).
*** Ilustración: Pedro Marrodán.