Las gravísimas sospechas que la investigación de la Fiscalía Anticorrupción arrojan sobre Rita Barberá marcan, ahora sí, el final de una época en la historia del PP en Valencia. Ese final lo habían fechado muchos el pasado 24 de mayo, cuando, después de dos décadas de hegemonía apabullante, los populares perdieron la Generalitat valenciana, las tres capitales de provincia y dos de las tres diputaciones.
La detención este martes de Alfonso Rus, expresidente del PP y de la Diputación de Valencia, estaba -como se dice en la Bolsa- ya descontada. Desde que se le atribuyó aquella voz que oímos contando billetes en un coche, nadie daba un euro por su pellejo. Pero la imagen del registro del grupo municipal del PP en la capital, en el que fue el sanctasanctorum de Rita Barberá durante cinco lustros, resulta definitiva.
Jubilado Zaplana, defenestrado Camps, el único estandarte, el úncio referente histórico con proyección nacional que le quedaba al PP en Valencia era la hoy senadora Barberá. Puede que renqueante, pero la alcaldesa perpetua se había sobrepuesto hasta de su ridículo episodio del "caloret".
Es verdad que se la venía señalando desde hacía tiempo por recibir regalos. Algún bolso y poca cosa más. Obsequios que podían justificarse, menos que más, por el protocolo y la cortesía. Ahora, en cambio, independientemente de cuál sea el desenlace judicial de este caso, con decenas de detenciones, es difícil que pueda salir airosa. Nadie entiende que todo estuviera corrompido a su alrededor y ella no supiera nada.
Para que quienes son de otras latitudes se hagan una idea del efecto que la operación policial ha causado en Valencia, vendría a ser como que los agentes de la UCO hubieran acorralado a Esperanza Aguirre en Madrid. Porque Barberá ha sido un emblema y un símbolo para miles de valencianos. Soñó una Valencia distinta y moderna. Y la puso en pie tras seis mandatos revalidados en las urnas con mayorías absolutas. Le sobraron dos. Dormida en los laureles del poder, indiferente a la deuda, sorda a las denuncias de escándalos, acabó creyéndose invulnerable.
El PP de la Comunidad Valenciana, que ahora dirige Isabel Bonig, creía haber tocado fondo en la primavera de 2015, sobre todo tras un atisbo de recuperación el pasado 20-D. Pero ha vuelto a salir de las sombras y a todo galope su particular jinete del Apocalipsis para mirarle a los ojos a Rita Barberá. La corrupción arrasa con todos.