La aritmética parlamentaria es aséptica y quirúrgica y en ella no habita alma ni sentimientos. Ni cuando una mayoría absoluta dictatorial –ya sea socialista o popular– ha impuesto siempre su autoritaria voluntad despedazando sin piedad cualquier iniciativa que no surgiera del bunker gobernante, ni ahora que nos dice que, salvo milagro inesperado, no hay más solución que unas nuevas elecciones.
El encargo que recibió este martes Pedro Sánchez por parte de Felipe VI de intentar formar gobierno no deja de ser ese sueño inesperado, pero demuestra claramente la diferencia que existe entre quien da la cara aunque se la puedan partir, como es el caso del líder socialista, y quien, como Mariano Rajoy, se esconde bajo la capa de su propia cobardía e incompetencia.
La aritmética parlamentaria actual nos dice que sólo la suma de Partido Popular y Partido Socialista, con o sin ayuda de Ciudadanos, daría una mayoría absoluta para apoyar sin sobresaltos al Gobierno resultante. Pero la lógica histórica nos dice también que esto no va a suceder; que en España la derecha y la izquierda nunca formarán la gran coalición ni permitirán por acción u omisión que gobierne el otro; que el rechazo atávico, enfermizo y patológico que se procesan y que arranca de acontecimientos de los que mejor no hablar sigue palpable en la piel de ambos; que a unos y a otros les resultaría insoportable encontrarse en la cama; que odios actuales y ancestrales se interpondrán siempre al llamado interés general que tanto se invoca últimamente. No hay nada que hacer, no somos tan europeos como nos gusta creer; aquí no intercambiamos ideología, aunque sea por un buen motivo, como en otras muchas capitales europeas; aquí no cohabitamos de verdad; aquí ‘o yo o el diluvio’ y claro, todos deambulando bajo el paraguas.
La aritmética parlamentaria nos trae también como por sortilegio otros conejos de chistera, que son los que invoca ahora el monarca, pero que no dejan de ser fuegos de artificio, medias verdades que resultan mentiras absolutas. Los números, pero sólo los números, nos dicen que el PSOE más Podemos más IU más no se sabe muy bien quién o qué, también podría gobernar. Y Pedro Sánchez ha dicho este martes que va en serio y que él quiere intentar formar Gobierno aunque sea en parihuelas, a costa incluso de su partido y quién sabe si de él mismo… pero es tan solo una ilusión, insisto. Pablo Iglesias, que está resultando el más golfo y brillante estratega en este universo repleto de cadáveres, insensatos y bienintencionados, está jugando con el secretario general del PSOE de forma tan despiadada como lo haría –y perdonen la comparación– un novio con su chica a la que después de insultarla y humillarla hasta extremos inaguantables delante de los amigotes le pide matrimonio al final del día con una limpia sonrisa. Pues de la misma manera que este matrimonio está abocado al fracaso lo está también aquél, ya que realmente uno de los dos parece que no quiere casarse y no parará hasta llevar al otro a la ruptura sin paliativos.
La aritmética parlamentaria también nos dice que el PP, el partido más votado el pasado 20 de diciembre, no ha podido sumar con nadie porque nadie ha deseado sumar con él; y que todos sus dirigentes, los que ahora cabalgan como borregos tras ese cadáver en estado de descomposición que se resiste a ser enterrado, saquen sus propias conclusiones y se pregunten el por qué de ese rechazo generalizado.
Y, por último, la aritmética parlamentaria añade asimismo que Albert Rivera, mientras tanto, todavía sigue de oyente; le gustaría sumar y seguir pero no le alcanza con sus sueños bienintencionados para dar más valor a sus 40 diputados, toda vez que tanto Rajoy como Iglesias coincidieron este martes –curiosamente con tan solo unos minutos de diferencia– que no van a permitir ni con su voto ni con su abstención un gobierno entre los socialistas y Ciudadanos.
Y si al insensato no le dejan que sume con el soñador y en su casa no van a permitir que se entregue a quien le humilla… sólo quedan las urnas.