Mientras pides la pizza desde casa puedes echar el rato ligando por internet. He hecho la prueba. No me mires mal, es otro entretenimiento más. O llámalo “ejercicio periodístico para escribir la columna”.
Si leemos las noticias desde el móvil, en pijama incluso, si nos manifestamos con hashtag sin necesidad de pelearnos en la calle, si consultamos el tiempo sin abrir la ventana… por qué no vamos a dar una vuelta por la barriada soltera y apetecible como si nos hubiéramos arreglado para salir. De la misma manera que haces tu pedido con mucho queso, pepperoni y sin anchoas, también puedes revisar tu ardiente vecindario desde el sofá. Ligar desde el móvil es como apoyarse en la barra del bar sin urgencia, sin vestirse, perfumarse ni llamar a los amigos. ¿Qué hay de sórdido en poner me gustas a quien te gusta?
Los que pasamos de los cuarenta (bien pasados) recordamos que para dar el teléfono de tu casa había que hacer un ejercicio de disimulo y voz baja que siempre venía complicado a posteriori por el metraje del cable del teléfono góndola. ¿Cuántos metros alcanzaba la espiral del teléfono fijo? No era fácil ligar, había que ingeniárselas para pasarse notas en clase, guiñar el ojo o acercarse a la máquina pinball de los recreativos. Pasada la fase del “creo que nos gustamos”, se iniciaba la gestión de la cita. Para eso había amigas que ayudaban o mamporreros que tramitaban el último empuje. Qué osadía tenía ligar sin internet pienso ahora. Cuánto esfuerzo, qué coraje y cuántos fracasos. En fin. Hasta aquí hemos llegado.
Ahora (la pizza con mucho queso y sin anchoas aún no ha venido) ando poniendo likes y no likes a todo el distrito. Ya me han puesto tres guiños, dos “jejeje”, cuatro “holas” y un “cuándo quedamos”. No han pasado quince minutos y ya hay diez perfiles con los que compatibilizo. Según la maquinita, tengo diez posibles parejas. ¡Diez! ¿Dónde se escondía el amor? ¿En el móvil? Necesitaría toda una nueva vida para gestionar el mercado que de pronto se me aparece en la palma de la mano.
Qué fue del cable del teléfono de casa de mi madre. Bendita seas tecnología entre todos los inventos porque de ti será el fruto de mi posible futura cita. Rezo. De pronto suena el timbre y creo que las ciencias aplicadas han dado un paso más: ¿tengo los diez perfiles en la puerta de mi casa? Ni en Regreso al Futuro se planteaban semejante invento. Pobres guionistas.
Es la pizza. Falsa alarma.
Pago, me despido y vuelvo al sofá. Ya no tengo hambre.
Hay diez posibles parejas esperando mis “jejeje” o mis “holas” en el móvil encendido. La barra de bar virtual ha sido un éxito. ¡Ni en mis mejores noches de los ochenta-noventa! Cómo ha cambiado la vida. Qué suerte tienen los de veinte. Al menos existe la posibilidad. No hay certezas, pero sí posibilidad. Y ese es el alimento de la ilusión. La pizza se enfría peligrosamente.