Hace unos días, el Washington Post lanzó su última herramienta. Se llama “Re-engage” y está dirigida a luchar contra el gran problema de cualquier medio en todo el mundo: la falta de atención.
En este caso, cuando el Post detecta que el lector se ha distraído o ha perdido el interés por el contenido, una alerta le recomienda artículos que le puedan interesar. Sólo se envía según el comportamiento de navegación del usuario: cualquier tema que se intente colar por otros motivos puede provocar rechazo y ser contraproducente.
El martes pasado en un desayuno organizado por la agencia de comunicación Trescom me preguntaron qué imitaría de la prensa estadounidense, la mejor del mundo y la que más tiempo y dinero ha dedicado a reconvertirse y seguir haciendo negocio con la información. Una de las respuestas es la obsesión con el usuario, con lo que quiere y, sobre todo, con lo que hace.
Dao Nguyen, editora de BuzzFeed y maga del tráfico, dice en la entrevista de la que más se habla esta semana en el sector que consumir información es "un hábito", es parte "de la identidad de la persona". Ella en particular ha conseguido utilizar los datos al servicio de descubrir esos hábitos.
¿Qué suelen hacer las personas en su teléfono móvil ahora? Mandarse mensajes por SMS (en Estados Unidos) o por WhatsApp (en España). Eso ha sido lo que ha llevado ahora a Quartz a crear una aplicación como ningún otro medio había hecho antes: una especie de hilo de WhatsApp que manda al lector mensajes cortos, gifs y emoticonos con una selección de piezas dos veces al día. La aplicación no se adapta al concepto de ordenación de historias de periódico inspirado en la sucesión de noticias que viene del proceso industrial de impresión con varios siglos de antigüedad.
¿Qué producto de entretenimiento triunfa en todo el mundo? Las series. ¿Cómo se ven? En streaming. Eso ha empujado también al New Yorker a producir vídeos de no ficción a modo de serie con Amazon para su servicio audiovisual online.
El lector debería ser la principal obsesión de cualquier medio. Los supervivientes de la prensa serán quienes se adapten a las rutinas cambiantes del lector de 2016. Lo contrario es, como poco, un peligroso ejercicio de melancolía.