Si con las anteriores caricaturizadas, Rita Barberá y la infanta Cristina, se me escaparon versos, ¿cómo no se me iban a escapar con Rita Maestre, luz de donde el sol la toma? Me vienen en aluvión: “por el hermoso cuello blanco, enhiesto” (Garcilaso); “y mientras triunfa con desdén lozano / del luciente cristal tu gentil cuello” (Góngora); “la blanca anatomía de tu cuello” (Valente); “y por tus largos muslos” (Colinas)... ¡Y paro!
Aunque en mí (¡así funciono!) la lírica nunca se da sola, siempre hay insidiosos chistecillos circundantes. Ahora, aquel piropo de Paco Gandía a una mujer alta: “Niña, para darte un beso hay que hacer noche en el ombligo”. Rita, mujer alta: se junta con “la gente” y sobresale. Cuello clasista, piernas largas de saltadora de altura del populismo... Tierna tragedia la de su vida ideológica: el igualitarismo imposible de Venus Maestre.
Entiendo que a un católico le ofenda la irrupción de Maestre y los suyos en la capilla; y más allá de la ofensa está la coacción efectiva (objetiva) del asalto a un espacio apacible. Pero para un nostálgico del paganismo como yo, el argumento de aquella mañana fue el del retorno de los dioses (¡y las diosas, sobre todo las diosas!) a los altares cristianizados. Guerras de religión, que son las de verdad; y que son, principalmente, las de nuestros jóvenes marxistas: beatitos adorables. Aquella mañana de 2011 fueron a luchar al frente.
Porque mi lectura es neopagana, pero la de ellos mismos es la de la evangelización comunista. Se metieron en la capilla para predicar, cuando los que allí estaban habían optado ya por otras prédicas. Fue lo mismo que cuando la propia Rita y los pre-podemitas interrumpieron la conferencia de Rosa Díez en 2010 para soltar ellos su sermón. Estos brasas confirman lo que decía Octavio Paz del marxismo: que es una herejía más (la última) del cristianismo. Pronunciar frases con Papa/almejas, Vaticano/clitoriano y rosarios/ovarios es en el fondo homenajear (y darles vidilla) a los primeros términos. La Iglesia siempre ha sabido que la blasfemia es el reverso de la fe: lo que se le escapa es la indiferencia. Rita Maestre fue el día de autos a rezar.
El juicio es porque lo hizo pecaminosamente. El jueves se dio una combinación preciosa: la dama renacentista que es Rita (¡esa “Simonetta Vespucci, que has nacido en Florencia”, la que inspiró a Botticelli!) se presentó sacrificial como una Juana de Arco. “Solo me quité la camiseta”, declaró ante la Maquinaria de la Justicia, que por ser ciega no la absolvió al momento. Sus frases autoexculpatorias no resultaban del todo convincentes, pero el temblorcillo de su voz sí. Por primera vez en su vida experimentaba tensión, le contó a Elvira Lindo. Y la noticia era que el día del sujetador se mantuvo relajada.