Sí. Del actual y del anterior. Del emérito y del titular. Del padre y del hijo. De Felipe VI y de Juan Carlos I. Si es legal y moralmente obligatorio para el presidente del Gobierno, sus ministros, el jefe de la oposición y hasta para el alcalde de Arenales de San Gregorio, por citar un ejemplo minúsculo sobre la transparencia necesaria para cualquier cargo público, ¿cómo no lo va a ser para el Jefe del Estado, rey de todos los españoles?
La acusación, ¿insidiosa?, del presunto defraudador y estafador Diego Torres sobre el dinero de don Juan Carlos en Suiza resonó en la sala de juicios de Palma el miércoles, 24-F. El socio de Urdangarin, para defender la legalidad de las cuentas del Instituto Nóos, afirmó que habían estado supervisadas por Federico Rubio Carvajal, “la persona encargada de hacer la declaración de renta de los miembros de la Familia Real”. Fue más lejos, así como enseñando una bala del calibre 22 para dar a entender que dispone de artillería pesada si necesita tirar de ella: “También es la persona que hizo el informe que decía que don Juan dejase la herencia a don Juan Carlos en Suiza para tributar menos impuestos”.
Las medio mentiras son las más peligrosas. En un primer momento se toman en su mitad como verdades y, al final, si te descuidas, acaban siendo artículos de fe. Así ha sucedido con la fortuna de don Juan Carlos. Revistas económicas serias le imputaban bienes valorados en ¡¡¡20.000 millones!!! de dólares. Una barbaridad. Incluían desde el Palacio Real, propiedad del Estado, hasta las caballerizas de la Zarzuela, si aún las hay, y los hangares donde el rey emérito guardaba decenas de coches de lujo, que esos sí han existido. La última cantidad atribuida a don Juan Carlos se aproxima a 2.000 millones, según Forbes. Tampoco está mal, de ser cierto.
No es verdad que don Juan llevara su fortuna a Suiza para evitar que sus herederos pagaran tantos impuestos como en España. En realidad, la Familia Borbón, desde el exilio de Alfonso XIII en Suiza con la llegada de la II República, dispuso de cuentas abiertas en bancos de allí. En las mismas entidades donde, pasado el tiempo, aterrizó dinero pestilente, como el de Bárcenas o Granados, el Rinconete y Cortadillo en el patio de Monipodio del PP.
Sí es verdad que don Juan Carlos y sus hermanas Pilar y Margarita cobraron en 1993 la herencia de su padre en Suiza. De no haber sido por el reportaje publicado en marzo de 2013 por la periodista Ana María Ortiz en el mundano suplemento Crónica, entonces dirigido por mí, ignoraríamos todo sobre una historia que, remedando a Pedro Almodóvar, titularíamos “Todo sobre mi padre y su dinero en Suiza”.
No sabríamos que don Juan no era pobre, como se nos vendió. Al fallecer tenía el equivalente a 728 millones de pesetas (unos 8 millones de euros hoy). No conoceríamos que Juan Carlos I poseía una cuenta en la Société Generale Alsacienne de Banque, en Ginebra, en la que el 21-X-1993 ingresó un talón de 375 millones. ¿Qué pasó con este dinero de la cuenta número 10031 del Sogenal? ¿La cerró? ¿Dónde fue a parar? ¿Se multiplicó como la herencia del padre de Pujol? ¿Pagó como cualquier ciudadano español el Impuesto de Sucesiones y Donaciones? ¿O no cumplió con sus obligaciones con Hacienda?
Preguntas y más preguntas perdidas en el agujero negro que constituye el dinero de la Familia Real. Realizadas con respeto desde el derecho que asiste a los ciudadanos, jefes, al fin y al cabo, del Jefe de Estado. Porque, como enseñó Benjamin Franklin, “No vigilar a nuestros empleados es como dejar un monedero abierto”. Cuatro meses después, la Casa Real, entre la desgana y la superioridad del estatus de inviolabilidad de la persona regia, contestó que don Juan Carlos había utilizado ¡exactamente! los 375 millones, ni un duro más ni un duro menos, para pagar las deudas de su padre. A continuación, cerró la cuenta en Suiza. Sin un dato preciso, sin un papel.
La herencia suiza sirvió, pues, para desvelar dos hechos desconocidos, el padre del rey no murió pobre y murió moroso; y uno conocido, la opacidad de la fortuna real da lugar a maledicencias o medias verdades, como la de Torres el miércoles. Las amistades peligrosas de don Juan Carlos dan a su vez alas a las sospechas. Su colección de validos económicos no tiene parangón: Prado y Colón de Carvajal, De la Rosa, Conde (los tres pasaron por la cárcel por temas de corrupción) y, el último, el magnate Villar Mir, nombrado marqués al final del reinado juancarlista. Marqués de Villar Mir o de la “Milla Mil”: milla, por las distancias entre los puntos geográficos en que se ve envuelto por sospechas de corrupción (desde Madrid, con la sede central del PP, a Mallorca pasando por México); y mil, por el número creciente de casos judiciales.
Felipe VI, otro reinado, otro estilo, otras amistades, debería romper con esta tradición oscurantista del dinero familiar. Y si hay algo feo, dónelo a Cáritas/Ongs. Porque, si conocemos la fortuna del jefe del Gobierno, ¿por qué no vamos a saber la del Jefe del Estado?
¿Sánchez estudia la moción de censura de 1980?
Sí. El 1 de marzo no es una fecha cualquiera en la historia reciente de España. Ese día de 1979 se celebraron en España las primeras elecciones democráticas constitucionales. Las ganó la UCD de Adolfo Suárez con 168 diputados frente a los 121 del PSOE. En aquella azarosa legislatura marcada por el 23-F, se produjo otro hecho inspirador para Pedro Sánchez ante la sesión de investidura prevista para este 1 de marzo. A finales de mayo de 1980, el PSOE de Felipe González presentó una moción de censura contra Suárez. El líder socialista no venció, pero sí convenció. Este es el propósito de Sánchez: ya que, en principio, no saldré presidente de Gobierno, sí convenceré a los españoles de que yo soy el elegido para cambiar España.
Entre los papeles y vídeos que Sánchez lee y mira estos días figuran las intervenciones de González el 28 y el 29 de mayo de aquel año, precedidas por la de Alfonso Guerra. Atentos, porque el actual líder socialista podría tirar de la inspiración del entonces número 2 del PSOE cuando mirando a los ojos de don Adolfo le dijo: “Suárez es inservible en esta fase del proceso democrático y la derecha tiene que sustituirle”. Cambie Suárez por Rajoy y encajaría.
En aquel debate, González empezó a ser presidente del Gobierno. Se ganó el respeto definitivo de su partido, de la izquierda e incluso de la derecha: el mismo Fraga vaticinó que sería un buen primer ministro si fuera conservador. González perdió la moción por votos pero ganó la presidencia para 1982. Y Suárez ganó por votos, pero se quedó sin futuro. ¿Como Rajoy? Suárez intervino sólo al final, un momento, sin papeles, abúlico, para advertir que el PSOE necesitaba “el recambio del cambio”. Encajaría, también, que esta semana Rajoy, en el papel de Suárez, desperezándose, dijera a Sánchez algo parecido. Aunque lo cierto es que ni el uno ni el otro llegan a las suelas de aquellos zapatos.
Sánchez se estudia a Felipe mientras analiza el resultado del referéndum interno sobre el acuerdo con Ciudadanos, mal visto por la militancia, siempre más a la izquierda que la dirección del partido, y bien acogido por la mayoría de los votantes del PSOE y por los españoles en general. Sánchez y Albert Rivera, perdedores el 20-D, se han ganado ya el respeto de buena parte del electorado por su actitud positiva y voluntariosa. Si la suerte siempre acompaña a los audaces y solo camina quien mira lejos, no se han equivocado, pase lo que pase.
¿Larga vida a las diputaciones?
No. Las diputaciones, en un Estado descentralizado como es la España autonómica, camino de ser federal si gobierna el PSOE, es una excrecencia del pasado, inamovibles hasta ahora al ser utilizadas por los partidos para repartir canonjías, pagar a liberados políticos y colocar a familiares de dirigentes y militantes, como sucedió en el pasado. Cuestan 5.000 millones de euros al año y más de la mitad es para el pago de sus funcionarios, en su gran mayoría honrados trabajadores.
¿Adiós al acento circunflejo?
Sí. Ha sido el sombrerito Chanel que acompañó durante siglos a las vocales francesas según en qué contexto. Como asistimos a la extinción de lo bello, la desaparición del circunflejo ha sido decretada por la Academia y el Gobierno francés. ¿Sucederá con las haches del castellano, tridente infernal para niños y muchos mayores? Pondremos emoticones, que rima con tontos de los co… Todo sea por el inglés, muy presente en el programa del PSOE-Ciudadanos: Doing business, first-loss, twin peaks, endownent, spending review… Un homenaje a Shakespeare y no a Cervantes en el 400 aniversario de sus muertes. Los españoles somos así de atentos con los demás.