Hoy se empieza a mascar definitivamente la tragedia de alguien. Hoy se empieza a escribir la crónica de una muerte que ya no es posible anunciar más. Hoy empieza a rodar el tambor de esa ruleta rusa cuyo gatillo todos acarician pero nadie dispara. ¿Quién quedará tendido en el camino con un agujero político en mitad del pecho, Mariano Rajoy o Pedro Sánchez?
Si gobernar en España es llorar, peor es quererlo y no conseguirlo. Más cuando la alternativa es la muerte civil. Si Pedro Sánchez fracasa en su cada vez más rocambolesco intento de morder Moncloa, se tiene que ir a su casa como quien dice sin pasar a recoger el desodorante o el cepillo de dientes en Ferraz. Si en cambio lo consigue es entonces Rajoy al que hay que embalar y despachar a algún sitio donde no moleste. Digamos que no hay sitio para dos presidentes fracasados ahora mismo en España.
¿Qué se hace con los líderes que ya nadie sabe ni quiere reciclar? ¿Hay vertederos de alta política, por llamarlo de alguna manera? A Rajoy todavía cabría buscarle, pongamos, un apaño extraterritorial de altura. Un algo de campanillas en Europa donde la ausencia de idiomas no constituya un obstáculo en exceso sangrante.
Así elegantemente descabezado el PP tendría acaso la ocasión de refundarse y hasta quién sabe si regenerarse con calma, y no a cuchillo y haciendo cortes de mangas a las Cortes valencianas, sin ir más lejos.
Y con Pedro Sánchez, ¿Qué se podría hacer? ¿A dónde mandarle para quitarle de en medio sin abrir un nuevo cisma en las cada vez más sufridas y llagadas carnes del PSOE?
Quien viva y/o sobreviva verá. De momento asistimos a un frenesí de cubo Rubik al que hay quien se empeña en llamar pactos. La versatilidad del lenguaje de algunos es tan pasmosa que ya nadie sabe a ciencia cierta cómo se come y sobre todo cómo se deroga una reforma laboral. ¿A lo mejor la gracia es esperar a derogarla a que no quede nadie laborando, como Obama con el cierre de Guantánamo, que casi casi lo está cerrando por defunción?
En fin. Mientras esperamos emocionantes acontecimientos y nuevas montañas rusas de corrupción y malos modos, mientras a unas las llaman y las escriben zorra por las esquinas, mientras otras entran y salen del gallinero con el rabo enhiesto y con total impunidad, que sea lo que Dios y lo que el electorado quiera. Aunque empieza a darme a mí en la nariz que sólo los abstencionistas o los votantes en blanco van a ver su sufragio nítidamente reflejado en lo que queda de legislatura. Para todos los que han votado algo concreto con ilusión la desilusión está más que servida on the rocks del mayor de los desconciertos. Todo parecido entre las urnas y el Parlamento empieza a ser mera coincidencia. Cuando no broma macabra pura.