Todas las pesquisas de los atentados de este martes en Bruselas conducen a la masacre perpetrada hace cuatro meses en París. La conexión entre ambos ataques terroristas, en los que un total de 161 inocentes han sido asesinados, resulta tan inquietante que obliga a preguntarnos por el grado de vulnerabilidad de Europa. También por la eficacia de los sistemas de inteligencia de la Unión y por las medidas defensivas en la guerra que Occidente libra contra el Estado Islámico y el resto de marcas de la internacional salafista. Sobre todo, de cara a la reunión extraordinaria que los ministros del Interior de la UE celebrarán este jueves.
La pista francesa en los atentados de Bruselas resulta incontestable. En primer lugar, tres terroristas implicados en las explosiones en el aeropuerto de la capital europea y en el metro más próximo a las instituciones de la UE tienen una relación directa con Salah Abdeslam, autor de la matanza de la sala Bataclán apresado el viernes. En segundo lugar, los investigadores han identificado huellas dactilares del yihadista ahora en busca y captura, Najim Laacraoui, en los cinturones explosivos del comando francés, lo que obliga a valorar la posibilidad de que todos formasen parte de una misma célula con una gran capacidad criminal incluso tras los ataques de París.
En tercer lugar, el rastro de los dos terroristas que se suicidaron en el aeródromo y el metro bruselense, dos hermanos de origen belga con antecedetes por delitos comunes, ha llevado a un domicilio en el que se han encontrado 15 kilos del mismo tipo explosivo que el utilizado en Francia. Finalmente, uno de los asesinos ha dejado escrito que actuó "con precipitación" porque no quería acabar "con él en una celda" -en referencia a Abdeslam-, lo que apunta a que el grupo pretendía atrocidades mayores a las perpetradas y que existe un vínculo entre la detención del viernes y los ataques del martes.
¿Falla la seguridad?
Es verdad que ante la amenaza que supone un terrorismo organizado y sistémico como al que se enfrenta el mundo libre no existe el riesgo cero. Pero resulta obligado preguntarse cómo es posible que después de cuatro meses de cerco al yihadista huido de París, con toda Europa en máxima alerta antiterrorista, el Estado Islámico haya podido responder a la operación policial del viernes con un nuevo golpe.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha asegurado este miércoles que en julio deportó a Holanda a uno de los kamikazes belgas y que comunicó a las autoridades de ambos países sus sospechas sobre su vinculación con organizaciones terroristas. Esta revelación probablemente interesada agrava la tesis, ya apuntada por la policía francesa tras los atentados de París, de que el Estado belga se ha convertido en el eslabón más débil de la inteligencia europea frente al terror.
Nuevas medidas contra el EI
El problema es muy grave porque Bélgica se ha revelado como una auténtica madriguera de terroristas y porque es uno de los países occidentales de los que -en relación a su población- más voluntarios ha salido para hacer la yihad. Más si cabe ahora que sabemos que el grupo Estado Islámico ha decidido, como antes hizo Al Qaeda, exportar la guerra a Europa a través de terroristas occidentales formados en los frentes de Siria e Irak. El perfil de los islamistas implicados en las matanzas de Francia y Bélgica, ciudadanos europeos a las órdenes del EI, responde a este cambio de estrategia de la organización criminal.
Europa debe aprovechar la reunión de los ministros del Interior para redefinir y coordinar sus defensas. El repaso de las medidas en la lucha contra el terrorismo que no se han adoptado demuestra lo mucho que aún queda por hacer. Los 28 deben hacer un registro propio con los datos de los pasajeros que viajan a zonas calientes; hay que reforzar la directiva para acceder a armas semiautomáticas; se debe penalizar el adiestramiento pasivo como ha aconsejado Naciones Unidas; es preciso reforzar los controles fronterizos; y hay que valorar la retirada de los billetes de 500 euros, utilizados principalmente por organizaciones criminales.
Muchas de estas propuestas ya han sido planteadas y están pendientes de ser aprobadas, pero la burocracia se ha convertido en aliada de los terroristas. En una guerra como ésta, la vulnerabilidad de un Estado afecta directamente a la seguridad del resto, así que es preciso adelantarse a los atentados de forma coordinada, en lugar de actuar siempre a remolque de ellos.