"Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible" no es una frase de Pablo Iglesias -aunque él crea que sí-, ni de Albert Rivera -muy listo y muy de frasecitas grandilocuentes también-, ni por supuesto de Pedro Sánchez o Mariano Rajoy -que de sentencias y de grandilocuencia van mucho más justitos que sus compañeros de cuarteto-. Es obra del sacerdote, político, diplomático y cuatro veces ministro francés de Exteriores Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord (1754-1838), más conocido como Talleyrand a secas, y no deja de parecernos un resumen certero y cruel de lo que por aquí acontece.
Este antiquísimo "no puede ser y además es imposible" viene otra vez a colación por la imposible misión que se ha impuesto Felipe VI para intentar evitar lo inevitable. Estamos condenados, salvo golpe de última hora, a otras elecciones y esto a priori no lo salva ni Dios ni la Corona llamando a capítulo. Todos nos han abocado a las urnas: unos por incompetencia, otros por mediocridad y otros por ambición. También han ayudado unos medios de comunicación que queriendo o sin querer nos hemos convertido, en estos más de 100 días transcurridos desde el pasado 20 de diciembre, en correveidiles de los incompetentes, los mediocres y los ambiciosos. Por cada gol legal nos han metido tres en fuera de juego. El nivel, el de unos y otros, ha estado por los suelos. Han hecho el paripé con nosotros y nosotros lo hemos hecho con los ciudadanos, que no se merecen ni cierta clase política ni cierta clase periodística.
Han sido días de humo, días obscenos, de juegos de salón, de falsedades y de medias verdades. También hubo algunos sueños que las horas acabaron convirtiendo en pesadillas. La verdad es que los periodistas nos hemos dejado, así de sencillo. Hemos sido muy fáciles, hemos viajado de esquina a esquina y nos hemos olvidado de cuál es nuestro verdadero trabajo. No hemos sido los suficientemente valientes para desenmascarar, cuando había que hacerlo, el juego de palabras, las trampas, el maniqueísmo o la simple representación teatral que han llevado a cabo delante de nuestras narices en estos tres meses y pico. Hemos sido cómplices necesarios de la farsa. El Congreso de los Diputados se ha convertido con nuestro beneplácito en una escuela de arte dramático, en un plató de televisión permanente, en una guardería de niños viejos, en un culebrón sin final feliz, en una casa de citas sin gracia, en una telecomedia sin humor y en una pista de circo en el que unos iban de trapecio en trapecio y otros muchos hacíamos el papel de payasos.
Y esto puede ser sólo la primera parte de un gran vodevil si las presuntas elecciones del próximo 26 de junio nos deparan un panorama parlamentario similar al actual. ¿Se imaginan esto multiplicado por dos? ¿Se imaginan más arte dramático, más platós de televisión, más guarderías, más culebrones, más casas de citas, más circos y más payasos… más petardeo político, en resumidas cuentas?
Talleyrand a secas también tiene otra frase para que recapacitemos y vayamos visualizando los tiempos que llegan. "La oposición es el arte de estar en contra tan hábilmente que, luego, se pueda estar a favor". Ya verán como a partir de junio tenemos que recordar la cita de este sacerdote, político y diplomático del norte que empezó a desempeñar cargos con Luis XVI, posteriormente con la Revolución Francesa, luego con el Imperio Napoleónico y finalmente con la restauración monárquica. Talleyrand a secas sabía de lo que hablaba.