La mejor prueba de que la pinza entre Rajoy e Iglesias sigue surtiendo efecto es el grado de polarización alcanzado en apenas dos semanas de precampaña. El reparto de roles con que se emplean PP y Podemos les beneficia en detrimento de PSOE y Ciudadanos, que parecen desbordados por el planteamiento que está adquiriendo el 26-J.
El vídeo de Rajoy en la Moncloa, dado a conocer el mismo día en que Pablo Iglesias y Alberto Garzón firmaban el pacto de los botellines, marcó un guión al que Podemos se ciñe gustoso. El presidente se presentó como único garante de la concordia, la moderación y la recuperación frente a una sopa de partidos de extrema izquierda que actuaría como "disolvente" de la unidad de España, la democracia y el progreso. Este miércoles, insistía otra vez en el papel de "o yo o el caos" en un segundo vídeo en el que vaticina que "el sentido común, la mesura y la moderación siempre ganan" y en el que se despedía con un rajoyano "a ver qué pasa".
Alborozo en Podemos
El partido de Pablo Iglesias reconoce en privado que el discurso de Rajoy les legitima como única alternativa al centro derecha, no hace mella en su electorado sino que lo moviliza y obliga además a PSOE y a Ciudadanos a posicionarse en un debate en el que pintan muy poco. Por eso, insisten en la idea de que el 26-J es una segunda vuelta, en la que PSOE y Ciudadanos serían meras comparsas sobre las tablas. Pedro Sánchez y Albert Rivera habrían pasado de protagonizar el pacto de El Abrazo a ser actores secundarios.
No es pues extraño que Podemos asuma también su papel e insista en que sólo ellos pueden echar a Rajoy. Tampoco que Pablo Iglesias haya aprovechado el gol a puerta vacía que le han servido las federaciones socialistas de Aragón, Baleares y Comunidad Valenciana. Los dirigentes del PSOE en estas regiones han desafiado la autoridad de Pedro Sánchez al plantear un pacto al Senado con Podemos, e Iglesias no ha dudado en proponer que ese acuerdo se firme a nivel nacional.
Dislate socialista
Los socialistas de Aragón y Baleares han dado marcha atrás por las presiones de Ferraz ante una estrategia que da sentido al relato de Rajoy e Iglesias, que no tiene sentido en términos programáticos, pues el PSOE se opone a las consultas de autodeterminación, y cuyo precedente, el pacto Almunia-Frutos, sirvió en bandeja la mayoría absoluta a Aznar en 2000. Es insólito que el presidente valenciano, Ximo Puig, insista en este dislate que lo convierte a él mismo en subordinado de la líder de Compromís Mónica Oltra.
Resulta paradójico que las dos formaciones que según el último CIS más desgaste han tenido en términos de imagen y valoración de liderazgo estén sacando provecho de su enroque y de su radicalidad. La resurección del trampantojo de las dos Españas sólo beneficia al matrimonio de conveniencia que representan Rajoy e Iglesias y amenaza con poner sordina a cualquier mensaje o discurso que no pase por esa farsa.
Burdo teatro
Hace 80 años la terrible realidad que vivía el país acabó trágicamente en una guerra fratricida cuyo doloroso recuerdo sigue siendo manipulable, pero la realidad del país ha cambiado completamente. PP y Podemos han apostado por recuperar un decorado guerracivilista por intereses partidistas espurios.
Sin embargo, por mucho que se empeñen en convertir la campaña en una tramoya del odio y la confrontación, hace décadas que España superó aquel escenario. A las dos formaciones que más se esforzaron por alcanzar un acuerdo de investidura corresponde hacer valer el mensaje de la verdadera moderación frente al de los extremos y desmontar su burdo teatro.