Si un artículo en Gizmodo entrevista a antiguos trabajadores de Facebook y estos afirman que manipulaban rutinariamente los trending topics de la red social, se genera una importante crisis de credibilidad. Si dicen además que la manipulación trataba sistemáticamente de evitar que noticias de carácter conservador subiesen a esa lista de temas, que “inyectaban” artificialmente otros temas que no merecían esa atención, o que eliminaban noticias relativas al propio Facebook, el problema se agrava aún más.
Un artículo de fuente anónimas, que ya no trabajan en la compañía y que podrían tener cuentas pendientes o vendettas contra ella hay que tomarlo con pinzas. Que la compañía diga que jamás haría algo así y que investigará si puede provenir de iniciativas individuales de trabajadores aislados es lo mínimo que podía ocurrir. Y que algunos no la crean o que desde el Senado norteamericano le pidan que comparezca para dar explicaciones también parece razonable.
Facebook, en realidad, podría pintar su logo de rojo y rebautizar a nuestros amigos como “camaradas”: la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos le asiste. Pero no quieren ser percibidos como un sitio parcial, sesgado o incómodo para usuarios de una adscripción política determinada. Pretenden ser neutrales y plurales, al margen de los debates políticos que puedan surgir en su seno, e independientemente de las tendencias que tengan sus trabajadores.
Una línea editorial puede venir de muchos sitios. De una postura asumida y oficializada, o simplemente como fruto de un estado de opinión, de un sesgo generado por la personalidad del fundador, o de unos criterios de selección. Pero las posibilidades de manipulación que ofrece una plataforma con 1,600 millones de usuarios y vocación de convertirse en el medio de comunicación más grande del mundo son prácticamente ilimitadas. Y para muchos, preocupantes.
Ante las acusaciones, Facebook va a tener que ofrecer algo más que un simple desmentido. Como dice la frase atribuida a numerosas fuentes, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
En los periódicos que leemos, las emisoras de radio que escuchamos y los canales de televisión que vemos aceptamos - o incluso demandamos - una línea editorial. En una red social, en cambio, queremos que el sesgo venga de nosotros mismos, de lo que compartimos y de lo que comparten aquellos a los que decidimos seguir en ella, y preferimos que la herramienta no nos complique la vida con el suyo. O eso parece, porque en esto está todo por definir. Por ahora, la red de Mark no solo tiene que ser neutral, sino además, parecerlo. ¿Lo es realmente? ¿Nos lo creemos?