Este viernes he encontrado un librito apoyado en horizontal sobre otros libros. Es pequeño y cuadrado, tiene la foto de un ramito de cerezas en la portada y se titula 99 maneras de ser feliz. Es el clásico que encuentras en una mesa del Vips. Fue un regalo de Fernando Múgica hace años.
Entonces pensé que era entre absurdo y cursi. Su existencia ha peligrado en varias mudanzas, pero, de alguna manera, ha resistido a media docena de traslados.
En la contraportada está la cita de “disfruta de las pequeñas cosas porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que eran las cosas grandes”. Entre el morado del fondo y las cerezas es difícil incluso ahora olvidarse de lo cursi que es.
Pero lo cierto es que cuando te haces mayor, empiezas a entender que Charlie Brown tenía razón. Aquel cuento de nuestra infancia de Felicidad es...: “Felicidad es un cono de helado… Felicidad es andar descalzo sobre la hierba… Felicidad es el primer día de nieve”.
La búsqueda de la felicidad es, como casi todo, un negocio. Una empresa llamada Happy, con aplicación para el móvil, propone hacer ejercicios diarios, como apuntar tres buenos momentos al final de cada día.
El filón de moda es estudiar cómo ser feliz en la oficina, donde las personas en activo suelen pasar la mayor parte de su vida, y cómo evitar el cinismo que a menudo acompaña a la formación y la experiencia. If You’re So Smart, Why Aren’t You Happy?, recién publicado, señala que el principal problema de los más listos e infelices es la tendencia a controlarlo todo y recomienda para el trabajo gestos como llevar dulces, ayudar a los colegas o estar agradecido por los pequeños avances. ¿Si suena bien cuando lo cuenta el Financial Times por qué no creerse el librito del Vips?
Múgica tenía un halo poderoso. Sus máximas periodísticas, a veces susurradas antes de una sonrisa, se van pasando de unos a otros (“una exclusiva es eso que guardas en un cajón y dentro de 10 años sigue siendo una exclusiva”). Eduardo Suárez lo describe con los detalles que hacen a las personas irremplazables en un retrato emocionante y, como le enseñó su amigo, con información. La historia interrumpida de Múgica con este diario da que pensar.
Me quedo con la manera 99, la que termina el libro de las cerezas: “Una de las claves de la felicidad es aprender a aceptar el final de las cosas. Cuando termina una etapa de nuestra vida hay que saber apreciar lo conseguido, valorar las victorias y fracasos y, simplemente, pasar página”.