Al ponerle alfombra roja al terrorista Arnaldo Otegi en el Parlament, Junts pel Sí y Catalunya sí que es pot han levantado un muro difícilmente orillable entre quienes buscan la redención de ETA y su millar de asesinatos sin mostrar arrepentimiento, como quiere Sortu, y quienes ven en la capitulación de la banda y el reconocimiento del dolor causado el único modo de honrar la memoria de las víctimas.
Al hacer de utilleros de la CUP, que es quien ha promovido la gira de Otegi en Barcelona, las fuerzas que gobiernan la Generalitat se han prestado a la batasunización del procés y han dejado claro que son los anticapitalistas quienes realmente dirigen el proyecto de desconexión.
La entrada triunfal del terrorista al Parlament ha supuesto la legitimación de sus provocaciones. Otegi ha tenido la desvergüenza de argüir en Catalunya Ràdio que "ya pidió disculpas en 2011 en un libro", para justificar su negativa a reconocer el dolor causado, como si fueran las víctimas de ETA quienes deberían agradecerle a él esa concesión.
Además el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, le ha comprado el argumento de que "PSOE y PP hablaron con ETA cuando la banda atentaba" para tratar de justificar su responsabilidad en el blanqueo del personaje. Lo cierto es que PSOE y PP mantuvieron reuniones clandestinas con ETA para que dejara de matar, pero nunca brindaron a los terroristas el besamanos y los honores de Estado que la institución más importante de Cataluña ha concedido a Otegi.