En marzo de 2015 algunas notas sueltas en periódicos locales hacían referencia a detenciones aisladas por tenencia de sustancias dopantes. Todos los arrestos eran producto de una sola investigación a gran escala a cuyo contenido ha tenido acceso EL ESPAÑOL.
En aquella redada fueron detenidos Alexis Rodríguez y Rafael Rodríguez, dos exciclistas profesionales del Kelme Costa Blanca y del Elche cuyas carreras deportivas ya se vieron ensombrecidas por el dopaje. La parte más sucia del deporte acabó atrapándolos hasta el punto de que ellos mismos terminaron convertidos en traficantes de anabolizantes, hormona del crecimiento, autotransfusiones y EPO a ciclistas y atletas semiprofesionales mientras se hacían pasar por asesores deportivos y masajistas.
Más allá de la relevancia en la historia del ciclismo de los detenidos y de lo espeluznante que resulta que convirtieran en negocio aquello que marcó y ensució sus trayectorias, la denominada operación Astur constasta el aspecto más degenerado del mundo del deporte.
Es evidente que el uso de sustancias prohibidas afecta no sólo a quienes compiten a nivel profesional sino también a muchos de quienes lo hacen en categorías inferiores, lo que debería servir para replantear la lucha contra el dopaje también en el deporte amateur.