Un representante del PP me dijo hace unos días que acudir a un debate en la Carlos III el 6 de junio podría ser un problema para Mariano Rajoy por “el público”. Los estudiantes son audiencia peligrosa.
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera ya han dicho que sí. Rajoy todavía no ha contestado y Demos, la organización de estudiantes que promueve el debate, llevó el miércoles 60.000 firmas en dos cajas de cartón a la sede del PP para pedir que el presidente del Gobierno acepte. Han conseguido los apoyos en una petición de Change.org.
Demos celebró un debate entre Iglesias y Rivera en noviembre gracias al esfuerzo de unos pocos estudiantes muy activos y empeñados en que los políticos rindieran cuentas ante jóvenes de los que hablan en abstracto y a los que se acercan poco. Carlos Alsina moderó ese encuentro distinto de los monólogos encorsetados que ofrecen las televisiones.
Cuesta pensar qué mejor foro que una universidad para que políticos y ciudadanos ganen algo de práctica en esto de la democracia.
Aun así, los estudiantes han recibido pocas voces de apoyo. Algunos grandes medios negocian sus propias peticiones de debate. Otros no quieren molestar. Y los que quedan silenciosos tal vez desprecian la iniciativa de jóvenes fuera del círculo habitual.
Lo más sorprendente es que una idea así no tenga más respaldo de quienes velan por los intereses de la Universidad, por ejemplo de la conferencia de rectores (CRUE), que es una organización sin ánimo de lucro que representa a 76 universidades y se define como “el principal interlocutor con el gobierno central”. Dice que “promueve iniciativas” para “fomentar las relaciones con el tejido productivo y social” y “trabaja para poner en valor a la Universidad española”. Es difícil encontrar una ocasión mejor que ésta. Pero el presidente del grupo ni siquiera contesta las llamadas de los estudiantes.
Asociaciones como Demos dan esperanza sobre el potencial del país y las ganas de hacer las cosas mejor que las generaciones anteriores. Los obstáculos son muchos. De los políticos que no tienen conciencia de su responsabilidad pública, de las instituciones que olvidan su misión esencial y de la red de intermediarios, incluidos los periodistas, que a menudo prefieren mantener lo que hay por malo que sea.
Y aun así la fuerza de lo nuevo es imparable. Empieza por cuatro con dos cajas de cartón.
La crisis de confianza de los grandes partidos que han dominado las urnas hasta ahora no es casual. Su suelo demográfico se irá despoblando. A Rajoy le puede valer para sobrevivir un ratito. Pero todos los que vienen después deberían preocuparse. En serio.