Si mi circunscripción fuera Madrid votaría el 26 de junio a UPyD, por Savater: el voto más inútil y más bello. Como no lo es, volveré a votar a Ciudadanos. Aunque cada vez me resulta más cargante el tono almibarado de Rivera y los suyos. Pareciera que el centro es estar siempre en paz con uno mismo, sonriendo como un buda, con una paciencia infinita. Casi se agradece que algunos salgan malotes, como ese al que han pillado conduciendo borracho o la que montó una bronca en un restaurante (¡por vino!). Mejor que en vez de horchata tengan sangre en las venas, aunque vaya cargadita de alcohol. Beber, al fin y al cabo, puede ser síntoma de un malestar.
Y por eso, por un malestar, hemos desembocado algunos en el centro. No por sosiego, sino por enfado. Por una desilusión implacable, irredimible. Por una desesperanza absoluta. Cuando hace cinco años estaban tan campantes nuestros indignados, yo los veía y subía la apuesta: mi indignación era tal que los incluía. Y claro que los representaban nuestros políticos: eran facilones, perezosos, aprovechados, cortoplacistas, mermeladescos y fatuos como ellos. Y con los gañanes del ladrillo tenían en común el afán de pelotazo, solo que en su caso no de dinero, sino ideológico. Pero la misma mentalidad, básicamente.
Dos años antes del 15-M escribí esto en un foro (¡campanudísimo!): “Eso es lo que yo propugno: un centro centrifugador. Un PCC: Partido de Centro Centrifugador. Un partido que propugnase un radicalismo de extremo centro. Nada de equidistancia. No sería un partido que estuviera igual de cerca de todos los demás, sino igual de lejos. Un partido en fuga. Un partido con el escape puesto para salir cagando leches, y sin mirar atrás, de esta puta mierda”.
La expresión la utilicé también en EL ESPAÑOL, con un matiz más disconforme, cuando hablé de la “centralidad” que ocupó el PSOE tras las elecciones de diciembre: “Pero es una centralidad desquiciada: sin las virtudes de calma y comprensión y diálogo con sus vecinos de que se beneficia el centro. Se trata esta vez de un centro crispado, que no es un núcleo de serenidad que invita a quedarse y atraer, sino de tensiones que empujan a salir: un centro centrifugador”.
Si voy a votar a Ciudadanos es porque no hay otra cosa (¡tantos años estuve sin que hubiera otra cosa!), y es hoy el único partido que podría mejorar al PSOE y al PP. Unidos Podemos, en cambio, solo puede empeorar al PSOE, mientras que el PP ya se empeora él solito (como lo venía haciendo el PSOE, en su deriva). Pero el mío no sería un centro ufano, sino apesadumbrado. Consciente de los límites de la política y de la miserabilidad esencial de sus actores. Consciente también, y por eso es centro, de no hay salida más allá de la política para los asuntos de los que debe ocuparse la política.
La centrifugación es, después de todo, más del ánimo y los impulsos que de la realización, puesto que la fuga no se termina de producir: es un centro que sigue siendo centro. No autosatisfecho, sino desestabilizado permanentemente por la complejidad del mundo, por la conciencia de lo trabajosas que son las cosas, por el conocimiento de que toda situación civilizatoria es frágil y hay que apuntalarla sin descanso.
Ciudadanos, naturalmente, no es este centro ni lo podría ser: resultaría ruinoso electoralmente. Pero de nuestros partidos es el que más se aproxima, o el que menos se aleja.