71 años después de que Estados Unidos lanzase la primera bomba nuclear sobre Hiroshima, Barack Obama ha hecho historia al convertirse en el primer presidente que visita la ciudad japonesa durante su mandato. Se trata de un viaje cargado de simbolismo, en el que el dirigente norteamericano ha tenido que enfrentarse al fantasma de uno de los episodios más difíciles de la historia de su país. Además de un emocionante homenaje a las víctimas del poder destructivo de la bomba nuclear, la visita de Obama también ha pretendido impulsar su visión de un mundo sin armas de destrucción masiva. Una ambición que todavía dista mucho de convertirse en realidad.
Más importante que pedir perdón
Tal y como se esperaba, el presidente americano no ha pedido perdón por la decisión de su ancestro político, Harry Truman, de arrojar una bomba nuclear sobre la ciudad, aunque sí ha afirmado que la memoria de Hiroshima “no debe perecer nunca”. Este ataque, que se estima que mató a más de 140.000 personas, es considerado como un crimen de guerra por muchos japoneses, mientras que en Estados Unidos la mayoría está convencida de que la bomba precipitó el final de la Guerra del Pacífico, salvando incontables vidas. Una disculpa por parte del presidente de este país hubiese sido como poco controvertida.
Más importante que pedir perdón es aprender las lecciones del pasado. Tal y como ha afirmado Obama en el acto de conmemoración de las víctimas, el uso de la bomba nuclear demostró que los seres humanos tienen la capacidad de destruirse como especie. El homenaje más importante que Obama podía haber hecho a Hiroshima ha sido su llamamiento a las potencias nucleares a reducir su arsenal.
Un sueño difícil de hacer realidad
El impulso de Obama es loable, pero la realidad no invita al optimismo. Tanto Rusia como India y Pakistán han modernizado y expandido sus capacidades nucleares en los últimos años. El Pentágono también ha publicado información que muestra que el propio Obama ha hecho menos reducciones en su armamento nuclear que ningún otro presidente desde el final de la Guerra Fría. Por su parte, Corea del Norte ya ha llevado a cabo cuatro pruebas nucleares a pesar de las sanciones internacionales. El avance de su programa nuclear no es sólo una amenaza a nivel global, sino que también desincentiva a sus vecinos a reducir su propio arsenal.
Un mundo sin armas nucleares parece una realidad lejana. Sin embargo, la presencia del máximo dirigente de Estados Unidos en la ciudad que padeció por primera vez los horrores de la bomba atómica muestra que debe ser una prioridad de todos los países.