Pablo Iglesias se ha propuesto cambiar la imagen negativa que de Podemos se tiene en amplios sectores de la sociedad, consciente de que para convertirlo en un partido de masas y tener opciones de ser alternativa de gobierno necesita acabar con la desconfianza y recelos que genera. Para ello se presentará a las elecciones como el candidato de la alegría y del amor, con el lema "La sonrisa de un país" y un corazón multicolor como logotipo.
Iglesias afronta una empresa complicada porque durante toda su trayectoria se ha caracterizado por su belicosidad, fiel a aquella famosa declaración de intenciones de "el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto". Uno de los niños que lo entrevistó esta semana en el programa de Ana Rosa Quintana dijo lo que piensan muchos españoles: "Tiene cara de enfadado".
Epiosodios radicales
La verdad es que Podemos acumula demasiados episodios de radicalidad e intolerancia como para presumir ahora de conciliador. Basta recordar el tono que empleó Iglesias en el debate de investidura de Sánchez, hace apenas tres meses, tildando a los diputados del PP de «hijos políticos del totalitarismo» y acusando a los socialistas de "tener manchado su pasado de cal viva". ¿Es ésta la sonrisa de un país?
Aún ha pasado menos tiempo de su decisión de destituir con nocturnidad y sin ningún miramiento al secretario de Organización de Podemos para reafirmar su autoridad frente a Íñigo Errejón y laminar las voces críticas internas.
Operación de marketing
También quedan muy recientes sus reproches en público a periodistas como Ana Romero o Álvaro Carvajal, descontento con las informaciones que publican los medios que no están entregados a su causa. Una actitud, la suya, ante lo que significa la libertad de expresión que ya demostró en el escrache a Rosa Díez en la Universidad Complutense.
Pues bien, para tratar de maquillar su verdadera cara y sus orígenes como partido de izquierda radical y anticapitalista, Podemos ha diseñado una gran operación de marketing. El objetivo es hacerse transversal, con una campaña que recuerda mucho, por el tono y los mensajes, a la que hizo el PSOE de Felipe González a comienzos de la Transición.
Niños y taxistas
Es en esa estrategia de blanquearse donde deben incluirse las referencias de Iglesias a "los corazones y las sonrisas", su política de decir en cada auditorio lo que desea oír el público -a los niños les quita los deberes, a los taxistas les libra de Uber y a los independentistas les concede el derecho de autodeterminación- y la maniobra para esconder los símbolos de Podemos que generen rechazo, como la bandera republicana o la hoz y el martillo.
El corazón de Podemos puede resultar bonito y enternecedor, pero lo que han de mirar los votantes es la letra que contiene. Como decía Julio Anguita, a quien ahora reivindica Iglesias, lo que cuenta a la hora de la verdad es "programa, programa y programa", y el de Unidos Podemos es para echarse a temblar. Incluye una batería de medidas propias de la izquierda más rancia, que son incompatibles con el modelo de sociedad que tenemos y cuyos resultados, caso de aplicarse, serían catastróficos para España. Ese corazón tiene trampa.