Me fascina la capacidad de los suizos para cuestionarse absolutamente todo. Cómo será vivir en un país en el que a la mínima duda tiran de votación y listo. Después de más de 600 referendos en 68 años, fijo que usan siempre las mismas urnas. Un pañito húmedo y al armario. Hasta que se les plantee la siguiente duda. Sea la que sea decidirán entre todos qué hacer.
Qué poco miedo a sí mismos.
Lo mismo el truco está en que no son muchos y ponerse de acuerdo es bastante más fácil. Asumen de buen grado consultar las normas de convivencia y a eso hay que aprender, si no, de qué.
Con menos habitantes que Andalucía y ocupando en el mapa más o menos lo mismo que Extremadura, en Suiza deciden basándose en la obligación de asumir el resultado de lo que votan y todas sus consecuencias. Hasta si quieren repartirse toda la pasta que tienen, que es mucha, lo sacan a plebiscito. Repartírsela, sí. Tener el suficiente dinero en las arcas como para que todos reciban un ingreso mensual trabajen o no. Poco más de 2.300 euros si eres mayor de edad y más de 600 si eres niño. Sin poder escaquearte ni de los parados de larga duración ni de los autónomos a los que abandonaron sus clientes. Todos en el mismo saco: un sueldo para garantizarles también un mínimo.
Los que apostaban por el “sí” defendían acabar con los pobres muy pobres y los ricos muy ricos; los del “no” no se fiaban de que no fueran a llenárseles las calles de pobretones desocupados viviendo de papá estado. Cualquiera que hubiera nacido en el país o llevara cinco años de residencia podría recibir los 2.250 euros.
El resto de países prestaríamos mucha atención a las consecuencias de semejante medida llevada a cabo por el cuarto país más rico de Europa y noveno del mundo. ¡Quién no quiere saber si funciona la utopía esa del reparto de la riqueza!
Respiren tranquilos; los suizos dijeron “no”.
Más del 75% del electorado helvético votó en contra. Que sean los más demócratas del mundo no quiere decir que vayan a probar en sus propias carnes la fórmula que cuestiona el capitalismo. En una democracia eso deben elegirlo entre todos. Y juegan con ventaja: son suizos.
La tasa de paro de Suiza está por debajo del 3% pero el desempleo es la mayor preocupación de la población. La segunda son los inmigrantes, que llegan sin cesar. Ni siquiera ha hecho falta que la paga que cuestionaban no sirva de mucho en un país que paga el Big Mac a precio de chuletón de Donosti. Si pretendes vivir en Suiza tienes que tener mucha pasta. Mucha.
Pocas cosas más contundentes que unas urnas callando bocas.