Una reconciliación, quizá forzada, entre los dos líderes. Un devorado rápido, y sin oposición, a IU, cuyo líder es –era– el más apreciado de todos. Una sonrisa a un país que la necesita; la “o” en forma de corazón donde resulta más eficaz: en el “UnidOs”. Un catálogo de IKEA redecorando España y, ¡paff! Ya somos –son– segundos.
Qué gran estrategia la de Podemos: en poco más de dos años han superado a un partido fundado en 1879 y que ha gobernado este país más que nadie desde que lo rige la Constitución: 19 años.
En 2011, parece que fue ayer porque fue ayer, aún gobernaba Zapatero; hoy, el PSOE se desangra por dentro –Susana debe de estar calentando ya en la banda, jaleada por los barones– y también por fuera –perderá la hegemonía de la izquierda por 10 o 12 escaños, según el CIS–.
El panorama es del todo desalentador para Pedro Sánchez, si bien él, que siempre estuvo lejos de la Moncloa aunque una carambola lo acercara un poco, aún cree –tan optimista e ingenuo como siempre– en poder “ganar las elecciones” una vez que se haya movilizado al “desanimado”, como él mismo lo califica, electorado socialista.
Eso no va a ser sencillo: a la izquierda del PSOE, o en algún lugar cercano, que ahora ya no se sabe, Podemos está ofreciendo motivos para seducir a los votantes potenciales de ambas formaciones, haciendo exactamente lo que el manual del buen populista indica. Hasta el punto de que por arte de magia, Iglesias puede pasar de ser comunista, como él mismo dijo en octubre de 2013, a ofrecerse, ahora, como “el líder de la socialdemocracia”, como se presenta estos días ante la ciudadanía.
Claro que él antes era “un provocador feliz y, ahora, un candidato”. Todo el mundo, cómo no, tiene derecho a cambiar. Pero no tanto a decir siempre lo que convenga esquivando la realidad; no tanto a transformarse en lo que (algunos) votantes desean para, precisamente, engañarlos –también a todos los demás–, después.
El artista Alberto Corazón, ex votante confeso de Podemos, se desencantó. Sin embargo, mientras algunos se borran y dejan de apoyar a los morados, otros muchos se encandilan al escuchar –más gasto social y el paro al 11%– lo que quieren oír.
Según el CIS, el PP podría perder hasta tres escaños. Qué lástima que nunca sabremos qué habría sucedido este histórico 26-J si el Partido Popular lo encabezara un líder más joven y dinámico que Rajoy; alguien más atractivo y talentoso; un político profesional que utilice extraordinarios gurús de la comunicación como hace, con extrema brillantez, Podemos; alguien a quien no se le pueda ni hablar de corrupción, puesto que nunca, ni siquiera, la rozó.
Este lunes nuestros líderes políticos volverán a tirarse los trastos delante de la audiencia. El morbo, ver finalmente a Rajoy debatiendo a cuatro; el morbo, también, el golpe de efecto que tenga Iglesias preparado. En campaña –y empieza ya– Podemos siempre esprinta. En los debates, y solo habrá uno, Pablo se crece. Una y otra cosa, con la aquiescencia posterior de un PSOE de nuevo de peregrinación por el desierto, podrían acabar con la Moncloa redecorada. También el país.