Generalizar no resulta injusto cuando se trata de hablar mal de una generación como la del régimen del 78. Porque todos sus integrantes han adoptado la actitud común de la cobardía en lo que al ámbito del pensamiento se refiere. De ahí que este grupo pseudointelectual sea bautizado como “Generación Cobarde”.
Según ellos, la Transición fue modélica. Este ejemplo de opinión, común a todos sus miembros, revela la falta de dimensión moral de cada uno de ellos. Un punto de vista vago y que viene determinado por el análisis de la Guerra Civil, donde todos pasan de puntillas sobre la agresión que sufrió el pueblo. Es curioso cómo igualan a ambos bandos en lo que respecta al crimen. Para argumentar el asunto, tiran de Chaves Nogales, instrumentalizando su memoria.
“Venían matando, señor ¿cómo querían ser recibidos?” responde uno de los personajes de ¡Viva la muerte! , el cuento que escribió Chaves Nogales; un autor que nunca puso el signo de equivalencia entre agredido y agresor, aunque el siniestro prestigio de los vencedores se empeñe en lo contrario.
Tras la abdicación del rey, todos ellos se retrataron. Por lo mismo, no es difícil llegar a imaginarlos, de seguir Franco vivo, dándose de pisotones entre ellos por conseguir el puesto de escriba oficial de El Pardo. Si alguna vez se aproximaron a la lucha de clases, fue para mojar su lengua en la tinta oscura del ojo más negro del verdugo. Por eso algunos son académicos de la Real; colocados a la manera de una mercancía más del Polanquismo, aquella corriente empresarial que secuestró las instituciones de hegemonía para que los gustos se adaptasen al resultado de una máquina de picar despojos.
Ahora los miembros de la "Generación Cobarde" son los protas del trabajo de Ignacio Sánchez-Cuenca, un libro que se titula La desfachatez intelectual y que lo está petando. El éxito del libro revela lo más importante; que el capital, el mismo capital que con todo su nervio apoyó a los integrantes de la citada generación, ahora carga contra ellos. En el código de barras traían inscrita la fecha de caducidad. Despojada de dimensión moral, y con ello de conciencia crítica, la mercancía ya va camino del pudridero.
Pero no vine aquí a decir adiós a esta cuerda de tramposos, no lo merecen. Vine aquí para advertir al amigo del tuit que la lectura no es algo imperativo, por lo mismo, es de celebrar que ya no se obligue a leer ciertos libros.