Algunas encuestas anuncian que el euroescepticismo avanza en España a pasos acelerados: hoy estarían en torno al 20% los que tienen una opinión negativa respecto de la UE. Esos resultados se ven en parte compensados porque en las mismas encuestas los españoles no vemos otra salida que Europa para el futuro de nuestro país.
Convendría analizar las causas del incremento del euroescepticismo español, porque la historia de nuestra incorporación europea, después de muchas décadas de aislamiento e introspección, es un relato de éxito. La modernización que supuso la democracia española de 1978 y el desarrollo económico consiguiente de nuestro país no se podría entender si no consideramos que ese periodo coincidía con nuestra integración europea.
El Gobierno de Rajoy ha producido la mayor elevación de impuestos y de recortes de la historia de España
Pero los desequilibrios provocados por la evidente desestructuración del euro, la burbuja económica con razones causales endógenas en España y la importación de la crisis financiera procedente de los Estados Unidos provocaron un serio desajuste de nuestras cuentas públicas -el déficit que dejaba Zapatero a su salida del Gobierno era del 9,6% del PIB-.
El Gobierno de Rajoy produciría la mayor elevación de impuestos de la historia de nuestro país, unida al anuncio de sucesivos recortes en las ruedas de prensa que seguían a los Consejos de Ministros, en lo que algunos comentaristas políticos bautizarían como los viernes de dolor. Aún así, el Gobierno del PP dejaría las cuentas nacionales con un excedente de gasto superior al 5,5% y una deuda pública que pasaba del 70% al 100%.
Parece como si los gobiernos españoles fueran ajenos a la desaforada evolución de nuestras cuentas públicas
¿Se podría afirmar que esta situación traía por causa las decisiones adoptadas por Bruselas?, que es lo mismo que decir, ¿no tienen alguna responsabilidad los sucesivos gobiernos españoles en esta desaforada evolución de nuestras cuentas públicas?
Lo cierto es que sí. El Gobierno de Rajoy hacía recaer el ajuste de la crisis sobre la clase media española y su celo reformista se agotaba en los impuestos y los recortes. El despilfarro público, medido en instituciones innecesarias -como las diputaciones, empresas públicas cuya utilidad se desconoce en buena parte, cargos de confianza...- ha venido a significar que en la opinión del Partido Popular, en la Administración española no hay necesidad de introducir medidas de austeridad y que ese es el futuro a favor del que deberíamos votar el domingo.
La UE, paradigma de nuestros éxitos, se ha convertido para algunos en responsable de nuestros problemas
Lo fácil, sin embargo -y en eso nuestros gobernantes no constituyen una excepción- consiste en responsabilizar a otros de los males que debemos afrontar: Bruselas aparecería entonces como la víctima propiciatoria de tantos desatinos.
En todo caso, esa Europa que se constituía en el paradigma de nuestros éxitos económicos se está convirtiendo en la responsable de nuestros problemas. Y esa clase media, hundida económica y desconcertada anímicamente, responde culpando a Europa de lo que Europa no es responsable. Y, peor aún, vuelve su mirada hacia los movimientos populistas que emergen en todo el continente como las setas después de la lluvia.
Hay dirigentes que en lugar de hacer frente al populismo hacen seguidismo de su discurso demagógico
Los casos del Front National de Francia, del UKIP británico o de AfD o Pegida en Alemania o nuestro Podemos español, son respuestas similares a la crisis -y votan lo mismo en el Parlamento Europeo-, respuestas que buscan el refugio en los viejos estados nación, allá donde precisamente no se encuentran ya las soluciones.
Pero es cierto que también Europa está en crisis. Y no sólo porque la culpen de ser el origen de nuestros males, sino porque los dirigentes europeos -aún los procedentes de partidos europeístas- observan los comportamientos de sus electorados tradicionales y su apoyo al populismo, y en lugar de hacerles frente con un relato de integración, les hacen seguidismo a esos discursos. El referéndum británico para la permanencia en la UE y la consecuente aprobación de medidas de excepción que impidan el brexit en el Consejo de febrero -unas excepciones que abrirían el terreno a otras en otros países- o el acuerdo de la UE con Turquía en el Consejo de marzo sobre los refugiados, son dos ejemplos de esas malas políticas.
La presencia como actor global es un objetivo al que los viejos estados nacionales no pueden aspirar
Una adecuada combinación de medidas económicas realistas, promovidas por un nuevo gobierno reformista en España, que permitan el restablecimiento de las clases medias con unas cuentas que cuadren, y el fortalecimiento de una Europa basada en sus valores fundacionales, unida a la integración de sus políticas de seguridad, defensa y exterior, asegurarán nuestra presencia en el mundo como actor global. Objetivo al que los viejos estados nacionales no podrían aspirar.
Europa sigue siendo la solución, pero no la Europa de los intereses alicortos, insolidarios y egoístas. Urge poner en marcha una nueva ambición para esa Europa, que tenga su origen en una España que aspire a recuperar un relato de cambio.
*** Fernando Maura es miembro de la Diputación Permanente del Congreso y portavoz de Ciudadanoss en la Comisión de Exteriores y de mixta UE en la XI Legislatura.