Jorge Fernández Díaz y esa oratoria cantarina y con eco, como de procurador en Cortes cuando se viene arriba. Fernández Díaz, fontanero de la España eterna, inmutable, en el Pilar de Zaragoza y en la festividad de los Ángeles Custodios (santos patronos de la Policía Nacional). Fernández Díaz, Jorge; cierto a aire de Louis de Funès en la madurez, hacedor en tierra enemiga, Cataluña, de lo que el Estafermo vendía como contención y moderación en relación al meollo del proceso soberanista.
Fernández Díaz era un católico que se acordaba de Santa Bárbara sólo en lo peor de la tormenta, pero encontró a Dios en un viaje a Las Vegas, y tras el resacón y los neones, empezó a la misa diaria y un camino recto, apostólico y ministerial. Vio la luz, cayó del caballo como Saulo de Tarso. Y al acostarse, el ministro nunca se olvida del rosario, ni de la adoración nocturna, ni de darle tres lecturas al misal o a Santa Teresa de Liseux y a la prosa salvífica de Camino. Esto según el tiempo litúrgico en funciones y según su agenda de citas, claro.
Si Margallo liaba tres pajarracas por darle salpimentación al Gobierno, Fernández Díaz fue el Tom Hagen de Rajoy, a resultas de las informaciones aparecidas y el compadreo con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña en la búsqueda de basura en la hoja de servicios de la buena gente del prusés, o de sus cuñados. O puede que del primo del hermano de uno que llevaba una estelada por Las Ramblas.
De Madrid a Barcelona iba Fernández Díaz, Jorge, con consignas precisas, cual monje soldado. Que cualquier cosa que sacara, insisto, de la peña del prusés o de sus cuñados, vendría a ser voceada después por Telesoraya -la tele amiga- con mucho de "garrote y prensa"; que se decía en época de Franco.
A España, al final, la ha defendido un patriota con las artes discutibles del que busca el camino propio de santidad y las mierdas del enemigo. España se hace, se construye, con estas artes antiguas y españolísimas, y esto viene ya desde Quevedo. Porque como se escucha al ministro, "el presidente lo sabe"...
Y lo peor vendrá ahora, de un lado y del otro. Con la culpa al mensajero, o al Anacleto o zapatófono que cazó la charla. Que ya va diciendo Mas, revivido, que se trata de un "contubernio con tics franquistas".
Porque "el presidente lo sabe". Y Homs y Junqueras y Puig van paseándose ya como mártires abrasados de un centralismo chusco y torrentiano. Y hay un cerrarse las filas en torno a Mariano, y aquí ni Dios dimite...
Lo previsible.