Los españoles han acudido a las urnas después de seis meses de bloqueo institucional. Durante este tiempo los partidos han ido adaptándose a las lógicas del multipartidismo: negociaciones, comparecencias, pactos (fracasados) y mucha cautela al mover todas y cada una de las cartas. La sensación de campaña electoral ha sido continua desde la noche del 20 de diciembre.
Una vez se anunció la coalición de Podemos e IU, los extremos tomaron el protagonismo. El PP y Podemos polarizaron una campaña en la que la discusión programática ha brillado por su ausencia. Se ha tratado además, según Víctor Lapuente, de una campaña narcisista. Según Lapuente las nuevas tecnologías y las redes sociales permiten a los votantes ser el centro de la campaña; aquellos candidatos que presenten una ciudadanía más atractiva y virtuosa tendrán un mayor apoyo de los electores.
El PP y Podemos, aliados en su estraregia polarizante para dejar fuera a las fuerzas más moderadas, lo tenían claro. Los primeros abogaban por una gran coalición que neutralizase la creciente fuerza electoral de Podemos y asegurase la estabilidad. Los segundos tendían la mano a los socialistas para la formación de un gobierno de cambio, asumiendo que quedarían por delante de estos. La estrategia parecía estar resultando exitosa a merced de las encuestas a pie de urna: el PP se mantenía como la fuerza más votada y Podemos, ahora sí en coalición con Izquierda Unida, lograraba por fin el sorpasso al PSOE. Pero cuando empezó el recuento, poco después de las ocho de la tarde, todo lo anterior se quedó caduco.
El PSOE ha cosechado el peor resultado de su historia, pero con algunos miles de votos más que en diciembre
Los cambios más notables se han producido no tanto en la izquierda si no en el bloque de centro-derecha. El Partido Popular consigue catorce escaños más que en diciembre y Ciudadanos pierde ocho. En lo que respecta al bloque de izquierdas, el sorpasso no se ha consumado ni en votos ni en escaños. Los socialistas resisten mejor de lo previsto con 85 diputados, cinco menos que en diciembre; cada elección, desde 2011, el PSOE ha ido cosechando el peor resultado de su historia, aunque esta vez pierde sólo 100.000 votos con respecto al 20-D.
Unidos Podemos, la coalición de Podemos e Izquierda Unida, consigue los mismos 71 diputados que la suma de ambos el 20-D. UP no se hace con la hegemonía de la izquierda y sus resultados son un fracaso si atendemos a las perspectivas que había generado. La coalición logra menos votos que los que producía la suma de Podemos e Izquierda Unida en la anterior cita electoral. El bloque de derechas se ve reforzado: el PP y Ciudadanos suman ahora 169 diputados, seis más que en diciembre.
El buen resultado del PP se explica por el voto estratégico de quienes en diciembre apoyaron a Ciudadanos
Aunque no le prestásemos demasiada atención las encuestas preelectorales mostraban un dato importante: la mayor bolsa de indecisos estaba en aquellos que dudaban entre el PP y Ciudadanos. Los dirigentes del PP, conscientes de la coyuntura, apelaron durante la campaña al voto estratégico de aquellos exvotantes que apostaron por Ciudadanos en diciembre. Es razonable pensar que el buen resultado del PP se explique por este voto estratégico. El bloque de la izquierda ve disminuido su poder electoral y la suma de los socialistas y Podemos se queda lejos de poder formar un gobierno sin depender de terceros.
El pacto del PSOE con Ciudadanos no parece tener mucho recorrido en este nuevo escenario. Ambos sumaron en diciembre 130 escaños, siete más que el PP. Hoy la suma de ambos partidos es de 117 escaños, lejos de los 137 del PP. Una de las pocas opciones que tendría Sánchez de liderar un gobierno pasaría por llegar a un acuerdo con UP y buscar la abstención de Ciudadanos. Sin embargo, las intenciones de estos no parecen ir en esa dirección, más cuando pueden haber sido penalizados por su pacto de investidura con el PSOE.
El escenario, por tanto, sigue siendo complejo de cara a la formación de gobierno. La presión de los ciudadanos es ahora mayor. El PP sale reforzado y su estrategia, primero en la retaguardia y más tarde polarizando la campaña ha sido un éxito. Aun así no lo tendrán fácil para hacerse con el gobierno y puede que sus posibles socios exijan una alternativa a Rajoy a cambio del apoyo. Uno de los motivos que explican el fracaso de las negociaciones para la formación de gobierno después del 20-D es el de la alta volatilidad que vimos en esas elecciones.
Cuando los electores son 'promiscuos', los partidos se piensan dos veces los pactos por miedo a perder votantes
Como apuntaba Fernández-Albertos, cuando los votantes son “promiscuos”, es decir, existe una mayor volatilidad electoral, los partidos se lo piensan dos veces antes de entrar en un gobierno de coalición por miedo a que los electores se fuguen al otro partido. Sin embargo, una vez la volatilidad se reduce -como acaba de ocurrir en estas elecciones- y las preferencias de los electores son más estables, las coaliciones de gobierno o los acuerdos de investidura encuentran más facilidad para emerger.
Muchos están cuestionando de nuevo la credibilidad de las encuestas. Casi en su totalidad auguraban un sorpasso de Unidos Podemos al PSOE que finalmente no se ha producido. La novedad que supone la repetición de elecciones en España y las dinámicas inciertas que genera pueden explicar parcialmente este desvío entre los resultados y las encuestas. Además, éstas preveían una participación superior a la que ha tenido lugar finalmente, lo que pudo sobreestimar el voto a la coalición de Unidos Podemos.
El desgaste de la imagen de Pablo Iglesias y su actitud beligerante pueden haber lastrado a Unidos Podemos
El desgaste de la imagen de Pablo Iglesias, el único líder que no es el mejor valorado entre los suyos -lo es Alberto Garzón-, así como su actitud beligerante durante las negociaciones para formar gobierno, pueden estar también detrás de las dificultades de UP para seguir creciendo. Sin embargo, politólogos como Lluís Orriols han sugerido que el apoyo a Podemos es cada vez más independiente de su liderazgo, algo que es síntoma de una identificación partidista creciente. Al mismo tiempo, su capacidad de crecimiento y de representar la socialdemocracia han quedado en entredicho.
Todos los analistas coincidían antes de las elecciones en que el PSOE se encontraría ante una encrucijada. Y así es. Los socialistas pueden abtenerse para permitir un gobierno en minoría del PP, algo que han rechazado durante todos estos meses. Pero todavía queda la duda de si continuará Sánchez al frente del PSOE. En caso de que fracase el PP, los socialistas también podrían intentarlo por la izquierda con UP y la abstención de Ciudadanos.
Los votantes socialistas son los más divididos en torno a la política de pactos, mientras el PP se recupera
Son precisamente los votantes socialistas los que están más divididos en torno a la política de pactos. Una parte de su electorado prefiere la coalición con UP, mientras que otra parte importante ve con buenos ojos un acuerdo con PP y Ciudadanos si se trata de evitar nuevas elecciones.
Mientras tanto el PP se recupera y roza, a pesar de todo, los ochos millones de votos. Su líder, Rajoy, demuestra una vez más ser un estratega único y está hoy más cerca que ayer de ser reelegido presidente. Pero no lo tiene fácil, ni mucho menos. Y recordemos: en un sistema parlamentario gobernará aquel que consiga los apoyos necesarios. Ser la fuerza más votada no es condición necesaria ni suficiente. Por fin se acabó la poesía y comienza la prosa: ceder, negociar, acordar, decepcionar. Gobernar.
*** Luis Cornago es sociólogo y politólogo.