Después de seis meses de bloqueo político e institucional, las elecciones más extraordinarias desde 1977 -puede que las más importantes- se han saldado con la participación más baja de la democracia: siete puntos menos que hace seis meses en el recuento de las seis de la tarde, diez puntos en el caso de Cataluña.
Algunos políticos han sugerido que el buen tiempo y la coincidencia de los comicios con un puente podrían está detrás de este histórico divorcio de los electores con las urnas, pero esta explicación parece más una frivolidad y un pretexto que un análisis creíble.
El hartazgo de los ciudadanos ante la incapacidad de los políticos para formar gobierno se revela como la causa más probable de una caída tan acusada. De hecho, en Cataluña, la Comunidad Autónoma que más ha padecido la incapacidad de sus gobernantes la abstención es, con una diferencia de 10 puntos, la más alta de España: no es de extrañar cuando en apenas dos años los catalanes han tenido que votar en seis ocasiones.